La moneda del mundo. David Huerta

En el silencio estricto de la fuente

una moneda cae y transfigura

la sola superficie de la mente.

El agua singular, el agua pura,

en círculos rebrilla y perfecciona

con tenue movimiento su hermosura.

La luz del mediodía la corona

conforme el disco ávido se hunde

y al grave son de esa caída entona

el eco de una voz en que se funde

la endecha en la quietud y el ruido leve

que en la extinguida paz domina y cunde.

El agua entonces en sí misma bebe

su imagen, su materia, sus esencias

y el esplendor de su reposo breve.

Si emblema de cristal y transparencias

era en inmóvil sueño; si dormida

semejaba una luna sin cadencias,

rota y quebrada al fin, por desasida

de sus vínculos pálidos, parece

más plena, más profunda y más henchida.

Al ser tocada así se desvanece

la plata de esa lámina redonda

y en la cóncava luz fulgura y crece.

El solitario espíritu en la honda

perturbación del agua ha discernido

su índole. No importa que se esconda

en la serena sombra de su nido:

el mundo es la moneda y sus espejos

se deshacen vivísimos y hundidos

sobresale en el haz de sus reflejos.

Compartir