"Dios con Ambos"

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“Mente sana en cuerpo sano” reza el refrán y nada puede ser tan cierto. El deporte es un excelente medio para forjar el carácter de los pequeños y jóvenes. Fortalece actitudes de compañerismo, cooperación, unión. Los salvaguarda de las drogas y demás vicios. Incrementa la capacidad de aprendizaje. Inculca disciplina. Los ayuda a crecer saludables y comprometidos con el cuidado y el respeto de sus cuerpos.

Fair play

Además, los encuentros deportivos representan una excelente oportunidad para ensanchar el alma de los muchachos al formarlos en la práctica de virtudes tan notables y necesarias en la sociedad contemporánea como lo son, entre otras, el respeto que todos le debemos a las demás personas, la tolerancia, la equidad, la justicia, la generosidad, la magnanimidad y ciertamente la humildad y aprender lo que se denomina “Juego limpio” (“Fair play” en inglés) que significa el comportamiento leal, sincero y correcto en el deporte, mostrar una conducta fraterna hacia el contrincante, respetuoso ante el árbitro y educado con los asistentes.

Todos contra todos

Pero, desgraciadamente, existe en algunas contiendas deportivas escolares una realidad que no tiene nada de formativa, sino que, por el contrario, endurece o destruye el corazón de los muchachos. Me refiero a lo que observé en un juego de fútbol en donde algunos papás empezaron a vociferar groserías, ofender al árbitro, hostigar a los jugadores contrarios, a invadir la zona de juego y a realizan muchas otras barbaridades. En fin, ante los ojos de propios y extraños, la emoción de ver a sus hijos jugar y divertirse sanamente la transformaron en un irracional, alocado y hasta violento fanatismo. Y creo que esta realidad es más común de l que uno piensa.

Actitud que nada tiene que ver con generar el sentimiento de “jugar”. Tal vez esto se deba a que en nuestra sociedad siempre descalificamos el acto de no ganar, ignorando que el juego limpio no es solamente “ganar, sino también aceptar perder; saber perder.

Por eso me pregunto: ¿Puede gestarse una mente sana cuando a los muchachos se les inculca que el segundo lugar no es otra cosa que el primer lugar de los perdedores? ¿Cuándo olvidamos que “lo importante es competir, jugar y no necesariamente ganar” y entonces sometemos a los jóvenes a presiones innecesarias que quebrantan sus espíritus? Reitero ¿Acaso a los jóvenes se les infunden actitudes de respeto cuando algunos papás literalmente se convierten en “hooligans” en los campos deportivos escolares? ¿Es correcto que algunos adultos, en los encuentros deportivos escolares, no solo vulgarizan el vocabulario frente de sus hijos, sino además los incitan a “golpear”, e inclusive a “lastimar” al contrincante? ¿Esto es formativo?

El “mal uso” de Dios

Y lo más grave, a mi parecer, es la manera en que se usa a Dios. Así es: ¿puede darse una formación religiosa sana cuando en algunos equipos en sus oraciones – que son muy comunes entre los muchachos antes de iniciar los partidos – se “invoca” a la ayuda de Dios, al tiempo que se le pide que el otro equipo pierda.

Tal vez lo que sucede en el campo deportivo y educativo de los niños se debe a lo que Erich Fromm apunta: “El hombre moderno se ha transformado en un artículo; experimenta su energía vital como una inversión de la que debe obtener el máximo, teniendo en cuenta su posición y la situación del mercado de la personalidad. Está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Su finalidad principal es el intercambio ventajoso de sus aptitudes, su conocimiento y de sí mismo, de su “bagaje de personalidad” con otros individuos igualmente ansiosos de lograr un intercambio conveniente y equitativo. La vida carece de finalidad, salvo la de seguir adelante, de principios, excepto del intercambio equitativo, de satisfacción, excepto la de consumir.

¿Qué puede significar el concepto de Dios en tales circunstancias? Ha perdido su significado religioso original y se ha adaptado a la cultura enajenada del éxito. En el renacimiento religioso de los últimos tiempos, la creencia de Dios se ha convertido en un recurso religioso cuya finalidad es el hacer al individuo más apto para la pugna competitiva (….) Haz de Dios tu socio en los negocios, antes de hacerse uno con El en el amor, la justicia y la verdad. De modo similar a cómo se ha reemplazado el amor fraternal por la equidad impersonal, se ha transformado a Dios en un remoto Director General de Universo y Cía.”

Incuestionablemente, por las razones que Fromm expone, nos hemos inventado tantas falsas imágenes de Dios que provocan que la espiritualidad del hombre moderno no funcione del todo bien.

Con los perdedores

Y de esta manera, en las canchas de fútbol, algunas personas enseñan a los muchachos a solicitar la ayuda de Dios para su equipo, pero evidentemente no al contrincantes. Tontamente se le pide a Dios a que tome partido, como si unos niños fueran más queridos por Él que los otros. Algunos papás (y también uno que otro entrenador) olvidan que Dios esta con ambos equipos, porque sencillamente El no tiene colores, ni escudos o escuelas preferidas.

Dios se encuentra con ambos equipos por que cuando se juega sanamente todos ganan. Ganan los que “pierden” porque pueden aprender a superarse y entender sus fuentes de mejoramiento, por que pueden saber que siempre se puede mejorar en cualquier actividad si se adquiere la disciplina adecuada, si se desarrolla una concentración (no dispersar los esfuerzos), además que se aprende que siempre es indispensable tener paciencia ( porque muchas veces es la “suerte” o circunstancia y no la destreza la que hace a un equipo ganar) y una preocupación sana para dominar la destreza de jugar cualquier deporte. Porque cuando se sabe perder también se gana.

Con los ganadores

Dios se encuentra también con los que ganan porque ellos pueden aprender a ser humildes, pueden aprender a sentirse como los que en ese momento, en esa circunstancia “perdieron”, aún cuando jugaron con todas las ganas. Se encuentra en ellos pues los “ganadores” pueden ser siempre magnánimos y generosos, sobre todo cuando el rival es muy inferior. Los triunfadores pueden hacer menos la “derrota” de los “perdedores” cuando se les reconoce su esfuerzo y entrega, cuando se les hace sentir dignos del encuentro deportivo, cuando se cruzan los saludos y las felicitaciones al final del partido.

Dios siempre se encuentra con a ambos por que uno y otro pueden aprender a ser mejores personas, personas plenas y completas, seres humanos entregados a su quehacer. Es evidente que tenemos mucho por hacer para que cada encuentro deportivo sea lo que debe ser: un encuentro humano, un encuentro con la superación, con el respeto. Creo que siempre en este ámbito, como en muchos otros, se puede aprender a ser más persona, más humano.

“Hooligans”

Pierre de Coubertin, el padre de las olimpíadas modernas acuño una ciertísima frase: “lo más importante no es ganar sino competir”, pero parece que las escuelas – públicas y privadas – promueven lo contrario, ese concepto estadunidense que reza “ganar no es todo, es lo único”, con las terribles consecuencias: Padres de familia convertidos en auténticos “hooligans” frente la atónita mirada de sus hijos.

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