Radioactivo. Cobardía que envenena

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El pueblo de México entiende la diferencia entre vivir en el centro de un pantano o en las prístinas aguas de las playas caribeñas. Los miembros de la generación “X” vivimos el “ineludible destino azteca”, después de décadas de gobiernos hegemónicos, siempre nefastos, repudiados, pero invencibles por un mar de votos comprados a muertos de hambre, convencidos de que eran jodidos pero triunfadores, de que su sufragio le daba rumbo a este país de héroes tan falsos como nuestra historia, del país de quienes reclamaron “su” petróleo, arrebatándolo con valor al enemigo infame que pretendía despojarnos de todo lo que no sabíamos que teníamos bajo los pies.

En nuestras mentes, éramos los vencedores del cuento, sin embargo “nuestro” glorioso chapopote, solo ha servido para pagar a escondidas los impuestos que nunca entregaremos por patriotas. De pronto, como bocanada de aire fresco probamos la libertadora presencia de la democracia, conocimos el cambio de un gobierno siempre igual, a uno de descalabros pero diferente, atrevido, respondón y valiente.

Es injusto dejar sin aprecio el trabajo del viejo recién graduado de las botas, su valentía casi inocente nos colocó un día en la cumbre y casi nos permitía saborear la posibilidad de una relación de hermanos con nuestros vecinos del norte, pero de pronto, una parvada de aviones borró con una estela de sangre los sueños de aquellos que ya se veían haciendo negocios de tu a tu con los gringos; Misiles llenos de carne humana demolieron con inmisericorde saña a las gemelas de acero, elementos icónicos de la grandeza norteamericana y con ello, sucumbió la ilusión de nuestros paisanos, entre lamentos observamos como a nuestro “mejor amigo” lo atacaban con saña por varios frentes, sumiendo en la muerte escondida dentro de una dantesca nube de polvo a miles de vidas y dejando por todo el mundo la sensación de que la tierra se acababa, de que la guerra nos envolvería inexorablemente, de que así como atacaron al dueño del capital, la tecnología y las armas, mas tarde que temprano nos atacarían también a nosotros, tan débiles y desprovistos, tan tímidos y tan cobardes, tan ambiciosos pero tan flojos; ahora como amigos del gigante ofendido podríamos ser mas que objetivo, conducto para seguir vapuleando sin honor al malherido Goliat, supusimos que esto no lo pararía nadie, y para evitar que nos fastidiaran usándonos como trampolín para molestar al de al lado ó como tierra de nadie en un campo de batalla que ahora se sentía cercano, antes que nada y como los meros machos reculamos; nuestro socio consentido, amigo del alma, vecino querido y prácticamente hermano de sangre, nos pidió el apoyo para combatir “Al infame fundamentalista”.

No quería hombres, insumos de guerra o dinero para mandar y mantener a sus poderosos ejércitos mas allá del horizonte, solo pedía que usáramos la relumbrosa silla que nos prestó en el consejo de seguridad de las Naciones Unidas para levantar la mano a favor del ataque contra los salvajes terroristas, sin embargo, en el momento de la verdad como siempre, nos rajamos; preferimos sacar la andrajosa bandera de la neutralidad para no ser de aquí ni ser de allá, para mantenernos cobardemente al margen de la justicia y la aplicación de sus consecuencias contra aquel que tira la piedra y esconde la mano, la radioactividad de nuestras cobardes costumbres como: ir a lo fácil, negar el apoyo, y  esconder la cabeza, nos llevaron de nuevo al ostracismo, dejamos de parecer cordiales y finalmente regresamos al PRI que se lleva todo, que no deja nada, al mundo donde el presupuesto siempre es poco porque el que gobierna lo considera suyo y con ínfulas de derecho, dedica poco para cumplir sus cometidos como la CONADE en las olimpiadas, mientras guarda el resto en sus bolsillos sin la menor vergüenza.

Hoy seamos valientes, luchemos por lo que queremos y afrontemos los riesgos que implica. Recordando que la gloria se conquista solo quitando de en medio al terrible y poderoso miedo que en esencia, ¡Solo es humo!

¡Que Dios Nos Bendiga!

hlaredom@gmail.com

1 comentario en “Radioactivo. Cobardía que envenena”

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