Madurar

Madurar es ser feliz sabiendo que no todo es perfecto. Es crecer con aprendizajes, avanzar, evolucionar con la vida y conocer los ritmos que se pueden llevar para elegir un camino. También es subir montañas y confrontar vivencias, fortalecernos con los sentimientos de vernos en la obligación de tener que lidiar con el malestar es una fuente de aprendizaje, cambio y crecimiento.

Con el tiempo, aprendes que no hay amor más poderoso que el propio y que este es la base de nuestra habilidad ante la vida. Porque querernos supone nuestro punto de apoyo, nuestra muleta para levantarnos de cualquier caída y que nuestras fracturas duelan menos.

La madurez emocional es un campo de crecimiento que se abona con los años y con los daños. Respecto a esto último, es curioso como crecemos particularmente en los momentos de mayor complicación y sufrimiento.

En la época de los manuales para casi todo, nos hace falta un Manual de vida para madurar” e ir creciendo entre la multitud de mensajes que nos indican lo que tenemos y lo que no tenemos que ser, así como lo que tenemos y lo que no tenemos que lograr.

Sin embargo, aunque hubiera un libro que diera las claves para madurar, realmente no contendría fórmulas mágicas para hacerlo. Cada uno tiene su ritmo y su punto álgido, por lo que no hay algoritmo que pueda determinar cómo una persona va a crecer.

Como bien dice Anthony de Mello: “Madurez es lo que alcanzo cuando ya no tengo necesidad de juzgar ni culpar a nada ni a nadie de lo que me sucede”.

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