Entre la ligereza y la libertad

La humanidad vive el día a día entre distintas adversidades que son temas de reflexión para filósofos, sociólogos, psicólogos y comunicadores, las guerras, la política y sus crisis, el calentamiento global, la violencia desatada en contra de las mujeres y sus servidumbres, la inestabilidad financiera, el terrorismo, la falta de salud mental, la inconsistencia de la justicia social, son sólo algunos de los temas recurrentes que diariamente de una u otra forma son abordados por los medios de comunicación, los académicos universitarios y los que se dedican a observar los cambios sociales y los problemas de las sociedades nacionales e internacionales.

Las rápidas transformaciones sociales en cierta medida se han adelantado a las ciencias sociales, lo antiguo ya no explica lo moderno, las adversidades ponen en entredicho las viejas aportaciones que contrajo la modernidad desde sus comienzos del siglo XVII hasta la época actual se observa un déficit de explicaciones sobre las consecuencias sociales de los avances de la ciencia, las tecnologías digitales y las artes que pasan por transformaciones que superan la comprensión y muestran falta de entendimiento del acontecer social, por ello se echa mano de terminologías metafóricas que ayuden a entender lo que está pasando en las sociedades.

Sociedades líquidas, la ligereza, las esferas son categorías que pretenden explicar las problemáticas que amenazan a los individuos en los distintos ámbitos sociales que experimentan un cambio social constante, sin freno y una individualización sin tregua. De ahí que sea pertinente cuestionar, ¿qué pasa con la ética en la ahora llamada sociedad posmoderna, ¿qué pasa con las creencias religiosas, las conductas políticas, las ideologías?  

La posmodernidad, según algunos sociólogos y filósofos se caracteriza por la ligereza, materializada en el consumismo exacerbado, la búsqueda constante de diversión, libertad y entretenimiento, la búsqueda continua de la felicidad y el bienestar personal, el culto físico al cuerpo, son considerados nuevos modelos de sociabilidad.

Son extraños los momentos, aunque sí los hay, en los que se manifiesta la solidaridad, el respeto, el apoyo y el bienestar al prójimo y a la vida social colectiva, hacer el “bien” al otro son actos sustituidos por las normas hedonistas y egoístas; los valores altruistas han dejado de ser evidencias morales a los ojos de los individuos y de las familias que conforman a la sociedad.

Somos individuos espectadores de una nueva forma de vida caracterizada por el aislamiento individual, la convivencia y el bien común pasan a segundo término o no son tomados en cuenta, el ideal del servicio al prójimo está en el baúl de los recuerdos, son cosas de los abuelos, no tienen presencia colectiva, el “deber” no tiene vitalidad y el compromiso social es débil, aunque todavía existe en movimientos sociales como el feminismo y el cuidado del medio ambiente, por señalar los más relevantes.

La vida social se aligera, las personas pueden trabajar desde su hogar y estar en relación con familiares y amigos  a distancia, de manera digital, igualmente los problemas comunes pueden tratarse a través de las redes sociales, en estas formas de relacionarse hacen la vida más ligera y menos complicada, la distancia no existe, con un simple mensaje por internet, saludas y manifiestas tus buenos deseos, de manera que las personas están más consigo mismas, facilitan sus inter-compromisos y disfrutan de mayor libertad. La civilización ligera de la sociedad actual ha despejado un tipo de individualismo egoísta que flagela y fragmenta las relaciones humanas y que afecta toda aquella actividad que tenga ver con estar juntos y tomar decisiones que afecten o beneficien a ciertos estratos de la sociedad.

El desinterés por la actividad política es un reflejo de este individualismo. Cada vez la política importa menos y sus promesas desencantan cada día más, debido, entre otras causas a no cumplir con los placeres y beneficios de la vida individual y colectiva, frecuentemente la gente ve la política como algo cínico que esconde sus verdaderos propósitos y arropa actos corruptos, por lo que la considera falaz.

En la actualidad vivimos una época en la que las relaciones sólidas, cifradas en la amistad, el respeto a normas morales, la fraternidad, la solidaridad se diluyen y dan paso a lo superficial, de ahí su denominación, sociedades líquidas.

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