Catarsis. Olvida la pena y suelta el aguijón.

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Los Mexicanos que vivimos productivamente los últimos 20 años crecimos como pollos de jaula los primeros 10 años de nuestra vida productiva, prácticamente sentimos como el gobierno nos llevaba de una crisis a otra, llegamos a ver con naturalidad que cada 6 años se reinventara la nación, que el nuevo candidato nos batiera en la cara la idea de que sería diferente a todos, en algún momento parecía que a cambio de un poco de democracia, el absolutista PRI nos permitiría pasar de los designios del presidente a la elección del pueblo, todo eso marchó mas o menos bien en los últimos años de Ernesto Zedillo, no obstante que sus prácticas también incluían como las de Salinas y sus antecesores acomodarse en un abultado nido de billetes o por lo menos en la junta de administración de una de las grandes empresas extranjeras beneficiadas por la venta del patrimonio estratégico nacional (Ferrocarriles Nacionales de México), en aquel tiempo, por lo menos era claro que el presidente estaba dispuesto a pasar la estafeta al que ganara la elección no obstante que el ganador fuera diferente al ungido por su antes inexpugnable partido, con la derrota de Labastida muchos pensamos que el encumbramiento de un Payaso como sin duda alguna es y será siempre Fox sería el acabose para nuestro estertóreo sistema económico, sin embargo fue el principio de 12 largos años de ñoña estabilidad económica.

Evidentemente la desangelada prole de la revolución no se dormiría en los laureles al verse desplazada por el Panismo que en ocasiones parecía el resurgimiento del estado eclesiástico perdido desde los tremendos días de Obregón y después con mas energía por la sangrienta temporada de Calles, quien si no logró perpetuarse en el poder, por lo menos pudo establecer las bases de la famosa monarquía sexenal del PRI, donde no se reelegía al mandatario ni se encumbraba a un heredero de sangre, sin embargo si se aseguraba la sucesión por parte de personajes que todos calificaban como hijos de la misma madre, claro, no eran hermanos, pero si unos “Hijos de la Chingada” como decía cualquier viejita con las pilas puestas.

Muchos llegaron a pensar que ese titulo nobiliario necesario para llegar a la cumbre del poder era patrimonio exclusivo de los adeptos del PRI, sin embargo el tiempo y las circunstancias nos aclararon que la mencionada señora siempre estaba dispuesta a adoptar con afecto atrapador a cualquier hijo de vecina que por angas o mangas tuviera frente a los ojos la oportunidad de ejercer algo de poder. Sin duda las penas de los muchos solo se terminaran en este país cuando soltemos la canija costumbre de despotricar sobre los de arriba mientras estamos abajo y la estúpida reacción de defecar sobre los de abajo cuando la suerte, el azar o cualquier circunstancia nos ponga arriba, y

¿Qué hace falta para eso? Pues que los que lleguen arriba olviden el escarnio que sufrieron cuando estaban abajo y asuman con alegría la oportunidad de hacer crecer a los que permanecen en el sótano cuando lleguen al Pen House.

¡Que Dios Nos Bendiga!

hlaredom@gmail.com

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