130 millones de informes

Esta semana, el presidente presentó su 4º informe y dio material para que, expertos, comentaristas y medios noticiosos de todos calibres “analizaran” exageraciones, mentiras y verdades, puntos olvidados, tono, formas y el triunfalismo del informe. A pesar de la popularidad del presidente, hay muchas cosas que no se pueden ocultar y que se hacen aún más obvias cuando el presidente dice cosas como “…consideramos que lo fundamental no es cuantitativo sino cualitativo… el fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda vivir feliz; el crecimiento económico y los incrementos en la productividad y la competitividad no tienen sentido como objetivos en sí mismos, sino como medios para lograr un propósito superior: el bienestar general de la población. Y aún más, preciso: el bienestar material y el bienestar del alma“. Tenemos un presidente escudado en conceptos difíciles de medir. Él se refiere a lo cualitativo y no lo cuantitativo; se refiere a bienestar (difícil comparar el bienestar relativo de dos o más personas); y cierra haciendo una referencia al “bienestar del alma”. Pasa a recitar cifras de bancos del bienestar, de kilómetros de tren maya, de antenas para internet gratuito, de refinerías rehabilitadas o en construcción, construcción de cuarteles, reducción de delitos, robos, homicidios y secuestros. Somos casi Suiza. Los problemas son externos (la pandemia y la guerra de Ucrania), pero la 4T dice que México va bien, que “el apoyo a los de abajo” y el T-MEC son factores que nos ayudan. Muchas cifras, seguramente alegres, pero consistentes en tono y profundidad con lo que anteriores presidentes recitaban. Si acaso, la diferencia es que ahora, por algún motivo, a este sí le ponemos atención y hay quienes le cuestionan con total energía y animosidad, mientras otros le compran todo lo que vende sin dudarlo.

Pasará la semana del informe y muchos seguirán pensando que nuestro futuro está exclusivamente en manos del presidente en turno sin ser capaces dejar la comodidad de poner la responsabilidad de resultados, cambios y transformaciones en manos de alguien más y no en las nuestras. El día en que escribo estas líneas, llegó a mis manos el discurso pronunciado por Fernando Turner Dávila en la sesión anual de la Fundación ProFime de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Siendo lo más objetivo posible y procurando que los lazos familiares, profesionales y hasta ideológicos que me unen con Fernando Turner, me atrevo a decir que es de lo mejor que he escuchado o leído recientemente sobre cómo transformar a México; una propuesta fresca, una llamada de atención clara, optimista y sincera de cómo cada uno de nosotros podemos procurar nuestras transformaciones sin estar atenidos a que sea alguien más quien transforme nuestras vidas, ciudades, o país. En su discurso, Turner nos invita a “trabajar con urgencia hoy, no perder tiempo encerrados y abrirnos a tener una visión amplia e informada del mundo, de México y de cada uno de nosotros; a trabajar para construir lo que deseamos y aspiramos a ser”. A “no condicionarnos a que la suerte, la geografía, los otros o los dirigentes” marquen nuestro futuro como individuos o como sociedad. Conocer la historia para aprender y evitar errores, para aprender, emular y aspirar a ser como aquellos que son “se alejan de trivialidades y de politiquerías para poder ver las cosas como son, entendiendo lo serio, lo genuino y lo trascendente”. Nos invita a cambiar la forma en la que vemos y pensamos acerca del mundo, con alcance familiar, profesional o vecinal; es decir, “no podremos cambiar nada si no cambiamos nosotros y no será posible sin tener una visión autocrítica que reconozca que mejorar no es imposible”. Continúa diciendo “sin curiosidad por conocer habilidades que han permitido a otros tener éxito, es fácil encerrarse en la comodidad del estancamiento” y es necesario “reconocer que la insatisfacción, ambición y optimismo son los motores que nos inducen a buscar mayores alturas”. “Podemos y debemos cambiar la visión mediocre del futuro nacional; el desprecio a la grandeza de su gente; la confianza en los políticos o los oligarcas; la idea de que hay que ser sumisos ante los poderosos o disculpar a quienes les dimos la oportunidad y nos fallaron con políticas ineficaces y dañinas…”. Turner nos invita a tratar modelos nuevos y a convencernos de que México SÍ puede cambiar, si primero nosotros cambiamos, nos zafamos de la mentalidad de la miseria y nos reinventamos, si apoyamos a los que se atreven y descartamos a falsos profetas. Yo estoy de acuerdo con Turner y sugiero que antes de ponernos a analizar otro informe más, que no es el 4º, sino tal vez el 40º que dice lo de siempre, nos pongamos a pensar qué diría nuestro propio informe anual. Volteemos al espejo y repasemos cómo se vería nuestro informe personal. De ahí debemos partir si queremos que México se transforme. Nos hacen falta 130 millones de informes personales, viéndonos al espejo. ¿Qué cuentas estamos entregando? ¿Estamos aportando a la transformación de nuestra colonia o ciudad?

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