Unos wiskis con Favila bastaron para entender

Luego de muchos meses de glorias para el abogado Arnulfo Favila Izaguirre, amancebado con el gobierno del Estado (y sus dueños), se dignó a invitarme un whisky.

Favila, como dijera el buen amigo Keno González (qepd), “había pasado a mejor vida, sin morirse”… ¡Las mieles del poder son dulces para unos!

Cuando arribé al Asador 9, pude constatar que el convocante ya andaba de fiesta desde horas antes, y que yo, emocionado por ser invitado de tal personaje, era el comensal numero cuatro del día (ya era de noche).

Arnulfo estaba contento, casó por cuarta vez unos días antes y ya andaba festejando solo. Simpre ha sido muy intrépido, juega juegos malabares.

La disertación

Mal me senté, disertaba el doctor Arnulfo, de política y del clima postelectoral, al tiempo que llamaba al Pollo Lara Escalante (uno de los 9 del Asador) para enmendarlo por esto y por aquello en el establecimiento, renovado (antes la sede del cabrito, El Regio, y salón de eventos del PRI).

Me dijo directo pero con la voz rasposa: “Mira Adrián Garza Pérez (con todo el nombre, qué miedo), debes saber que Rubén Moreira no es capo y que la sociedad de Coahuila le debe estar muy agradecida por sus nobles transformaciones“. No alcance a llorar de tanta emoción, ni pude contradecir al monologo favilesco que desvariaba (quise recordarle lo que por años escribió de Moreira, los adjetivos “insultativos” que usó entonces y lo acertado que era, en aquel entonces cuando lo describía como “criminal y ladrón, como psicópata y desquiciado y malvado“).

Yo quería hablar pero Favila parodiaba, y pedía mas wiskis dobles, y daba ordenes al Capitán y hasta recelaba con un muchacho mesero flaco, muy atento y servicial, que dijo alguien que era “un hijo no reconocido del Pollo Lara”.

Tu no escuchas, Adrián, me regañaba Favila. Pero si “acabo de llegar y ahora que eres rico ya no me hablas, no he sabido de ti en años” (años del sexenio). Le reviré. Mira, me dijo:  Riquelme es muy brillante y su futuro apenas empieza, es un gran gobernador y es muy honesto“. Me empecé a asustar mucho, Arnulfo, que yo supiese, nunca había usado esas cosas que alucinan, pero siendo ahora “amigo de aquellos”, todo era ya posible. Pero “Riquelme no es gobernador, es un gerente del moreirato, uno muy enriquecido, gris y fantoche“. Le repliqué. Y “ya lo subió el capo Gordo, a la silla voladora, y es tan iluso y pequeño que ya se siente precandidato presidencial“.

Yo te leo y no entiendes nada“, insistía Arnulfo. “Te agradezco que me leas, eso es bueno, siendo quien eres ahora con Moreira y Riquelme y en RCG“. Le aclaré.

Reía y tomaba y seguía su erudita conversación monolítica, inalterable. Ininterrumpible.

La futureada

Rubén, Carolina y Miguel se van a fregar a Alito y ellos se apoderarán de todo el PRI“. Resumía Arnulfo, resollando de la emoción, al tiempo de tragar un caballito de whisky sin servirlo en el vaso ni adelgazar con mineral ¿De los despojos del PRI, te refieres?, le alteré con mi respuesta. Y rematé… “o sea que ¿ya vendidos a AMLO se friegan a quien los ayudó?”.

Seremos testigos, Adrián, de Moreira líder del PRI Nacional y de Riquelme candidato a la presidencia”. Decía Favila ya extraviado del todo. No sabía si serviría de algo el contradecirlo o si era oportuno rescatarlo del marasmo mareador.

Envalentonado, le dije: “Si esas sandeces tuvieran algo de posibles y aun con el PRI en pedazos, el capo Moreira nuca permitiría que su empleado fuera el patrón, Rubén se auto instalaría en la candidatura y el PRI lo ocuparía su gaviota hidalguense o viceversa (Caro, esposa de mentiras y de negocios)”. Se quedó muy serio, Favila.

Me interpeló (y sí): “Qué razón tienes, solo me equivoqué de orden de las cosas, pero la idea es la misma“. Se auto defendía. “Lamento contradecirte“, agüe la fiesta. “Salinas recompondrá el PRI, tomará el control de nuevo, pactará con el Peje y estos facinerosos de Moreira y compañía, ahora sí pueden ir a la cárcel” (hasta los perdones tienen retén). Y terminé mi modesta aportación.

¡Pagó la cuenta!

Ya Favila no me oía bien. “Llévame a mi casa porque mi señora se llevó el carro“. Alcanzó a decir, despacio. Luego, la sorpresa mayor… “pagó” Favila la cuenta. Y nos fuimos (no pude ver si la tarjeta era del Guty).

Lo llevé allá por el norte de Saltillo, a otra casa.

Y ya no se más de él. (Quizás cuando sea jefe de prensa en palacio nacional, llamará, o quizás no sea o quizás no me llame… “Unos wiskis con Favila bastaron para entender”.

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