Un mundo de cabeza, pero mejor

Si yo te dijera que “mundialmente la violencia ha disminuido y estamos viviendo la era más pacífica de los humanos” ¿lo creerías?

Un tsunami de información dolorosa y aberrante nos llega a diario por todos los medios. Radio, televisión, portales digitales, a través de la computadora y el celular, a cualquier hora y lugar recibimos noticias de secuestros, enfrentamientos, terrorismo, desastres naturales, incendios, homicidios, accidentes fatales, corrupción, guerra, pandemia, reseñas con las que, ante nuestra vista y oídos percibimos caos…un mundo de cabeza.

Dicen que soy optimista, soy escéptico. Las buenas noticias también existen, pero ¿por qué resaltamos las malas?

Tendemos a clasificar la vida en conceptos binarios contrastando circunstancias, seres humanos, habilidades y otros aspectos; es blanco o negro, par-non, ricos o pobres, cultura occidental u oriental, capitalismo versus comunismo, política de derecha e izquierda, el poderoso y el oprimido, países desarrollados y subdesarrollados. Este pensamiento binario ¿nos proporciona resultados objetivos?, ¿puede existir una tercera opción?, ¿esto provoca información sesgada? Si no digerimos bien estos datos, nos atiborramos de prejuicios y nos volvemos manipulables. 

La predisposición a lo negativo tiene una razón científica. Nuestros cerebros están estructurados para prestar más atención a lo negativo por instintos de seguridad y supervivencia, procesa posibles peligros y prioriza la seguridad. Por estos y otros motivos, las noticias falsas o exageradas se transforman en un “buen negocio” pero este tema lo debatiremos en otra ocasión.

Vivir en un mundo basado en la razón y no en la imaginación

Para derribar estos mitos, Hans Rosling estadístico sueco plantea que dar cuenta de eventos negativos es sencillo, lo complicado es identificar las buenas noticias. No se refiere a las positivas triviales, sino a las primordiales, las que cambian al mundo con el progreso humano. Para él la premisa es simple, el mundo va mejor y argumenta los factores que distorsionan esta visión: el recuerdo equivocado del pasado y la información selectiva por quienes la difunden.

No hace falta debatir, no tenemos el mundo perfecto, pero sí mejor que antes. Científicos y académicos como Max Roser, Steven Pinker y Rosling, realizaron compendios de variables sociales y económicas con información de organismos internacionales y oficiales para ilustrar el progreso mundial en todos los ámbitos: educación, salud, alfabetización, pobreza extrema, democracia, violencia y mortalidad infantil, aquí unos datos:

  • Iniciando el siglo XX, la expectativa de vida en el mundo era de 38 años. En la actualidad se estima en 72 años.
  • En 1900 la mortalidad infantil global era de 19.5%. Hoy se calcula en 3.69%.
  • A principios del siglo pasado, el 68% de la población mundial vivía en pobreza extrema. Hoy esta cifra oscila entre el 16.9% y el 20% dependiendo del país.
  • En los años 30 del siglo XX, la democracia solo era un sistema político más, el menos popular. Hoy predomina el mundo.
  • En 1980 casi el 90% de los países eran gobiernos militares. Hoy se invirtió, más del 90% de los gobiernos son democracia.
  • La alfabetización en 1800, solo una de cada diez personas mayores a los 15 años, sabían escribir. Hoy son más de ocho de cada diez.

Pinker argumenta que la violencia registra una evolución: Durante la Edad Media con el afianzamiento del feudalismo; en el siglo de las luces la tortura que ejecutaba la iglesia y el estado, ya recientemente, el fin de la segunda guerra mundial hasta nuestros días, las muertes violentas son menores al 1%.

Jamás hubo tanta riqueza, expectativa de vida y democracia como hoy. Sin embargo, con tanta riqueza mal distribuida, la pobreza se reduce, pero la desigualdad se agudiza; podría ser un fenómeno de lo que ahora es una corriente de estudio científico “Las señales débiles”.

En este mundo de transformaciones no es fácil predecir escenarios y es difícil señalar a qué cosas no le ponemos atención que no parezcan irrelevantes. El Dr. Salomón González de la UAM, nos explica que la hipótesis central de las señales débiles consiste en que los cambios o eventos que ocurren son antecedidos por una serie de señales eventualmente observables, si se cuenta con la capacidad de interpretarlas y asociarlas a posibles eventos o fenómenos futuros. Contienen sesgos cognitivos que dificulta detectarlos, los cambios pueden ser catastróficos o positivamente transformadores.

Una situación que se pudo considerar sumamente importante como señal débil es la del trabajo, hoy el teletrabajo parte de la nueva realidad acentuada post COVID-19. “El trabajo organiza las sociedades, organiza las ciudades, el territorio, las leyes. Tiene un impacto increíble sobre las familias. No solo importa si ganas mucho o ganas poco, la organización del trabajo, sociología, política, la geografía del trabajo está en cambios tremendos” “Como la sociedad transforma le ponemos atención, pero siempre vamos atrás; solo los visionarios se anticipan y logran poner atención a lo que para muchos es irrelevante” asegura el investigador de la UAM.

El debate está en la mesa ¿vivimos en un mundo mejor?

Hoy vivimos más años y mejor; hay más dinero y menos hambre; tenemos más vacunas y menos enfermos. No hay complacencia, hay mucho por hacer. Continúa el desafío por construir un mundo mejor, de disminuir el sufrimiento diario de millones de personas que necesitan ayuda.

Si tú estás leyendo este artículo es una buena noticia, eres de los 6 mil millones de afortunados de este mundo que viven con modestia ¿vives en la razón o en la imaginación? … ¿continúas con otros datos?  

LCC. EDGAR GONZÁLEZ ARELLANO
14/09/2021

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