Somnolencia humana

La idea fue de Guadalupe Robledo, maestro del periodismo local, cuando comentó que la sociedad actual era rara, ya que, por ejemplo, la semana anterior fue convocada una marcha en la Ciudad de México, en defensa por los derechos de los animales domesticados cuando, en cambio, no ha surgido una en el que la protesta sea en contra de los latrocinios que se cometen contra de los niños y personas vulnerables y haya cosa, diría Doña Lupe Ramos mi abuela.

En efecto, vago azahar o precisa ley, sucede que día con día la sociedad que se da en llamar moderna refiere un abandono de la esencia humana, de sus valores que sostuvieron a lo largo de los siglos a las comunidades, los estados y las naciones.

De las tres acciones del hombre primitivo en el sentido de subsistir, reproducirse y defenderse hasta la escala de Maslow de las necesidades del ser humano, transcurrieron siglos con sus eternos días en el que el ser humano buscaba respuestas hacia la felicidad, con todo lo que el concepto conlleva.

Empezó como una moda, luego una costumbre en la que cientos de miles de personas han encontrado en sus animales de casa al compañero, al hijo, la compañía, al menos en una sociedad que no brinda las respuestas a la soledad interna, esa que es presa del agotamiento laboral, de las angustias, de las decepciones o simplemente de las decisiones personales que dictan que es mejor estar con una mascota y pasar parte de su vida, que con un semejante con quien tener que discutir a veces por decenios enteros. Válgame.

Profesionales de la antrozoología como el argentino Marcos Díaz señalan que la relación dueño-mascota tiene varios significados: “Los vínculos afectivos con animales han sido cruciales en el proceso evolutivo de la especie humana, y la naturaleza humana ha sido moldeada a través de interacciones con estos (Páramo & Galvis, 2011; antropología, 2008). Ancestralmente, los animales han sido respetados como compañeros esenciales para la supervivencia y salud de las personas (Serpell, 2006). Actualmente, los animales constituyen uno de los componentes naturales de mayor significado socioeconómico, científico y cultural de un país (Páramo & Galvis, 2011). A estos animales nos referimos usualmente como mascotas o bien animales de compañía. Estos se definen como aquellos que se encuentran bajo control humano, vinculados a un hogar, compartiendo intimidad y proximidad con sus cuidadores, y recibiendo un tratamiento especial de cariño, cuidados y atención que garantizan su salud (Bovisio et al., 2004; Savishinsky, 1985). En los últimos años, diversos profesionales ligados a la medicina veterinaria, bienestar animal e interacción humano-animal, han promovido la utilización del término ‘animal de compañía’ antes que ‘mascota’, para connotar el vínculo psicológico y la relación mutua. De manera similar, ven a los dueños de estos animales como compañeros humanos, cuidadores o custodios, aunque se reconozca que las mascotas pueden pertenecer legalmente a sus custodios (Faver & Cavazos, 2008; Herzog, 2012; Walsh, 2009)”.

Mencione que esta situación inició como una moda al observar, por ejemplo, que en una etapa entre 2005 a 2009 los amantes de los perros buscaban ciertas razas como el Bull Dog Inglés, Yorkshire o Shnauzer, como compañía y en la actualidad la existencia de prohibiciones de venta de mascotas en algunos lugares, a dado pie a la adopción de perros sin distinción de raza, edad o aspecto.

La existencia de facilidades para los que viajan acompañados de sus animales crece cada día y si antes había restricciones para mascotas, hoy son mayoría, los hoteles, restaurantes, sitios culturales y festivales que no solamente permiten el acceso, sino que cuentan con infraestructura para su cuidado.

Pero se percibe una confusión al hablar de los derechos en un sitio que fue creado por la divinidad para ser dominado por el ser humano, claro está, mediante el respeto y la convivencia con el medio ambiente y las especies animales.

La proclamación de los derechos universales de los animales menciona los principios y establece que: 1. Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia. 2.- El hombre, como especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos, violando ese derecho. Tiene la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales. 3.- Todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libre en su propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático y a reproducirse y 4.- Todo animal que el hombre haya escogido como compañero tiene derecho a que la duración de su vida sea conforme a su longevidad natural.

Y en efecto, que vivan los animales, pero considerando que aún queda mucho trecho por recurrir en la justicia para el ser humano, en el desarrollo de sus potenciales, en la convivencia de los valores y la protección a los más vulnerables. Recordar siempre que: Un derecho no es algo que alguien te da; es algo que nadie te puede quitar.

Vivan, pues, más los niños, los migrantes y la lista de bienaventurados de Jesucristo en este mundo de gozos, pero también de sombras.

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