Pregunto de nuevo*: ¿Quién puede salvar a Monclova?

Me interesa conocer su opinión cuando se den cuenta que lo que leen a continuación, después del punto al final de esta oración, fue publicado íntegro en este espacio el 18 de noviembre de 2001, cuando Fox todavía parecía que podía cambiar a México, antes de Calderón, antes de Peña y antes de la 4T; ¡hace 22 años!

Siempre he tenido un especial cariño por mi ciudad natal. Monclova es una ciudad que ha formado parte importante de mi vida. Los recuerdos son interminables y las experiencias y etapas de mi vida que he vivido ahí me hacen sentirme todavía más unido a Monclova. Habiendo vivido la mayor parte de mi vida en Saltillo, era normal realizar esos viajes por la carretera 57. Salir de Saltillo y toparse con el olor inconfundible del rastro de pollos, para más adelante entrar en esa serie de curvas pronunciadas que a algunos les causaban mareos, para después esperar a que mis padres nos anunciaran que ya se veía el caballo de piedra grabado en una de las montañas. No dejaba de sorprenderme ese inusual capricho de la naturaleza. Es fecha que todavía paso por ahí y no puedo evitar voltear a verlo. La parada casi obligada a tomar un barrilito con unos fritos en Rancho Nuevo. Apenas eran poco más de 40 kilómetros de camino (de los casi 180 del recorrido) y ya el viaje era un éxito. Recuerdo que junto con mis hermanos tratábamos de dormir “porque así se llega más rápido”, pero cuando no dormíamos esperábamos que la visibilidad fuera suficientemente buena para alcanzar a ver el cerro de La Popa, con su muy particular pared cortada en un ángulo de 90 grados (como una popa de barco). Más adelante venía la aventura de entrar y salir de la Muralla en una sola pieza; atravesar esas montañas me hacía sentir que ya casi había llegado, aunque faltaba todavía ver los cerros en forma de mesa, impresionantemente planos, como si hubieran sido hechos con molde. La última media hora del camino la pasábamos buscando los primeros carros visibles sobre la carretera Monterrey-Monclova y esperando cruzar el puente de Castaños para llegar a los nunca sincronizados semáforos de Monclova.

Después de esas dos horas de camino, una y otra vez ahí estuvo AHMSA para recibirnos. Su tamaño y la cantidad de fierros, hornos, gente y humo no han dejado de impresionarme. Yo no sabía si estabamos llegando a una ciudad que estaba en una empresa o a una empresa que estaba en una ciudad. Muchas de las conversaciones de adultos durante toda mi infancia y hasta antes de que empezara a tratar de comprender la dinámica de los negocios, eran sobre esa empresa. Cualquier cosa que pasara en AHMSA era noticia y motivo de discusión. Los recortes, los accidentes, la contaminación silenciosa, la corrupción, los contratos, el sindicato, las huelgas. Monclova parecía estar irremediablemente atada a ese remolcador viejo y oxidado y su suerte, creo yo, estaba prácticamente definida incluso desde antes. Monclova tendría que vivir casi como rehén de AHMSA y sujeta a sus altas y bajas. El destino de miles de familias en Monclova y en la región centro y norte de Coahuila ha estado y está, ahora más que nunca, en manos de AHMSA y su futuro. Una empresa que ha sido saqueada en el pasado y que, en un proceso que ahora ya nadie se molesta en cuestionar, fue privatizada para pasar a manos de empresarios que no pudieron hacerla mejor y que ahora la tienen muy próxima a su cierre. 

¿Debería el gobierno ayudar a AHMSA para ayudar a Monclova o ayudar a Monclova para olvidarse de AHMSA? Los accionistas de AHMSA y el gobierno (en todos sus niveles) parecen estar en una situación en la que los rehenes son los monclovenses. Todos en Monclova se imaginan lo que pasaría con la ciudad si cierra AHMSA, pero nadie quiere hablar de eso. Aún si AHMSA se salva y logra salir de su suspensión de pagos, no está muy claro que pueda sobrevivir muchos años más. He escuchado que la situación financiera de la empresa no le ha permitido realizar trabajos básicos de mantenimiento y que eso ha provocado que su producción se concentre en acero que es más barato, creando un círculo vicioso que independientemente de su suspensión de pagos y la situación mundial de la industria acerera, parece predestinarla si no a su desaparición sí a una reducción muy importante en su tamaño e influencia.

El panorama para Monclova no es muy bueno. La ciudad y el estado han tratado de reducir su dependencia de AHMSA promoviendo inversiones en la región, pero la situación económica global hace que más inversiones y más empleos sean poco probables. Es momento de sonar la alarma y buscar el apoyo del gobierno federal, pero también del local y de los empresarios de la ciudad, para implementar programas que ayuden a esta ciudad a salir adelante. Si no, la situación fácilmente se puede salir de control y podríamos acabar en pocos años con un pueblo fantasma, completamente exprimido por AHMSA. Corriendo la misma suerte que los sabinos, el árbol de aguacate, las higueras, las granadas, los árboles de moras y la acequia de la casa de mis abuelos. Por favor, no dejemos que eso suceda.

Necesitamos escuchar a los monclovenses y saber que ellos también quieren salvar a su ciudad.

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