Mañana

Tristemente, un estereotipo arraigado fuera de nuestro país sobre México es el que hace burla de la procrastinación de aquel mexicano que cuando dice que va a hacer algo “ahorita”, es difícil saber si se refiere a inmediatamente, más tarde o nunca.

Lo mismo sucede con la palabra “mañana”. Me ha tocado tener discusiones, no muy amigables, con extranjeros que generalizan a los mexicanos como personas que dejarán todo para mañana. Me encantaría poder tener más y mejores argumentos para combatir esos señalamientos, pero la evidencia en contra está por todos lados, aunque probablemente hemos decidido ignorarla o racionalizarla. Así es como el subdesarrollo, el atraso, el conformismo se arraigan en nuestra cultura. Hemos decidido dejar para “mañana” una larga lista de pendientes, obras, políticas. Empezando por el imperio de la justicia y el estado de derecho, que más bien parece lo hemos dejado para “pasado mañana”. Seguimos hundidos en el círculo vicioso de gobernantes corruptos, o ineptos en el mejor de los casos, de todos los colores y sabores, a lo largo y ancho del país, en todos los niveles de la administración pública y en los tres poderes de la unión. México se siente no solo como el país del “mañana” si no como el país donde “no pasa nada”. Nos parece normal que una obra como un tren interurbano de 58 kilómetros entre Toluca y la CDMX que arrancó en 2014 y que debió terminarse en 2017, vaya a cumplir 7 años de retraso y costado más del triple de lo presupuestado. Mientras tanto, China construirá este año casi 3,000 kilómetros de proyectos ferroviarios (2,400 kilómetros son de trenes de alta velocidad). En los últimos 10 años China ha construido 25,000 kilómetros solo de trenes de alta velocidad. Así, el proyecto estrella del gobierno de Peña Nieto sigue en proceso y en China construyeron 400 veces más vías férreas (de alta velocidad) que ese “gran proyecto”. Sí, mientras nosotros vamos a completar proyectos “mañana”, los chinos los completaron “ayer”. Nosotros somos el país “del mañana” y ellos el país “del ayer”, solo que la realidad no refleja lo que las palabras aparentan. 

Así, con este preámbulo, pasamos a tratar de poner en contexto el término de moda que tiene a políticos de todos los niveles salivando: el nearshoring. Dado el contexto geopolítico y la experiencia de los últimos 3 años con disrupciones severas en cadenas de suministro, la mesa está puesta para que las empresas decidan producir más cerca de sus mercados objetivo y esto traerá beneficios a Canadá, Estados Unidos y México. Las inversiones ya fluyen hacia el mercado del T-MEC (USMCA en inglés). Estados como Texas absorben decenas de miles de millones de dólares en nuevas inversiones y para ello han desplegado recursos y obras que soporten ese tipo de crecimiento en actividad industrial y en población. México ya se está viendo beneficiado con inversiones de este tipo. El reciente anuncio de Tesla es, probablemente, la mejor muestra, pero existen cientos de inversiones más pequeñas y menos notorias que confirman que el nearshoring viene fuerte. Sin embargo, como en toda buena historia, eventualmente surge algún “pero”. México está topado en su infraestructura y tiene un atraso de varias décadas en lo que debió ser una visión medianamente razonable de cualquier gobernante de medio pelo hace 30 o 40 años. Los gobernantes que precedieron a la terca y cerrada 4T, enfocada en una refinería cara, un aeropuerto con pocos vuelos, o un tren que es difícil saber cuándo será completado, no le hicieron favor alguno al futuro de México cuando decidieron no invertir agresivamente, ni siquiera tibiamente, en infraestructura.

La avalancha de inversiones que llegan, a pesar del ruido político y las malas señales que frecuentemente da el presidente cuando habla de la empresa privada, requiere infraestructura que no estará lista en los siguientes 5 a 10 años y eso es un problema. El mismo gobierno debería tener prisa por ganarle tiempo al tiempo, pero inexplicablemente es el gobierno el primer cuello de botella. Quiere hacer todo con los militares y pone trabas a que alguien más ayude. Así, sigue el atorón. No hay carreteras, no hay energía eléctrica, no se facilita la llegada de inversiones. Quien debiera facilitar las cosas las entorpece con ideas anacrónicas e ideologías autistas/confusas basadas en el capricho y traumas de unos pocos que son alérgicos al más mínimo “benchmarking” (¿sabrán lo que hizo China?). Ven todo con sospecha y recelo. Si no se les ocurre a ellos, no es buena idea. Creen saber más y mejor, basados en fórmulas de hace 50 años que no funcionaron. El mundo se mueve en avión, nosotros en mula. Se distraen con cualquier molino de viento (real o imaginario) con el cual luchar para, en sus mentes, ganar batallas pírricas. Quienes pudieran administrar el progreso y la abundancia, solamente estorban; dejan pasar oportunidades de capitalizar y aprovechar lo que pudieran ser los mejores años para verdaderamente poder decir “pusimos a los pobres primero y por eso entregamos un país transformado con la mitad de los pobres que recibimos”.

Del lado de la oposición no parece, tampoco, haber propuesta que mueva la aguja. Siguen enfocados en conseguir firmas y procesos que tienen a la población misteriosamente hipnotizada con tómbolas que difícilmente cambiarán algo.

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