Los fracasos del sexenio (4): transparencia y legalidad.

“El totalitarismo se diferencia del autoritarismo en el grado de intensidad en que se manifiestan algunos de sus elementos comunes: concentración de poder en una sola persona o grupo muy reducido, usualmente un partido político o movimiento, que puede incluso conducir al culto a la personalidad del líder. Justificación de la actuación política mediante una doctrina global que se manifiesta en todas las esferas de la actuación humana: economía, cultura, familia, religión.

Empleo sistemático del terror, por medio de una policía secreta para eliminar a la disidencia u oposición. El elemento esencial que comparten las dictaduras totalitarias es la voluntad de convertir la política estatal en un mecanismo para controlar todas las esferas de la actividad humana y ocupar todo el espacio social”. La definición encaja y traduce, entonces, la etapa final del régimen Rubenista de la segunda fase, que pretende blindar las mieses y las sombras de un sexenio de desilusión, represión y saqueo inmisericorde del patrimonio coahuilense.

La característica de esta administración fue la constante de fabricar una ley por habitante y un policía por persona, a fin de cerrar cualquier hendidura posible para los finales del régimen y el término de la era moreiriana.

El Gobernador más impopular y odiado resultó en su figura cargada de facturas que fue cerrando a sangre y lodo, ante los cientos de desplantes que tuvo que ir soportando en su carrera política y su vida estudiantil.

Consejeros a modo en los noveles organismos como el ICAI, IEPEC (hoy PRIEC), tribunos, magistrados, contralores, auditores y demás subespecies.
La constante en la nominación de titulares de estas entidades “autónomas” fue la de la lealtad a toda prueba y a cualquier costo. (Bueno, quién sabe a la hora que estén declarando ante la PGR o los juzgados penales).

Las evidencias de lo señalado se fueron generando a inicios del sexenio de los fracasos: Lito Ramos y Marucha ocuparon posiciones en la contraloría de los regímenes de los dos Moreira; el antiguo presidente del IEPEC fue secretario de Gobierno, presidente de la Comisión de Derechos Humanos y hoy procurador, en la muestra más significativa de que en Coahuila no existe la división de poderes y menos la ética gubernamental; el auxiliar de Rubén en la SEC y luego secretario particular de Humberto en la Alcaldía es hoy nominado como “Fiscal Anticorrupción”, y lo más lamentable es que esconde en su currículo el hecho latente; el recién establecido Tribunal de lo Contencioso Administrativo incluyó a un magistrado que llega a sus labores a eso de las 14:00 horas, porque tiene una plaza de maestro en Nuevo León y a quien le costó siete años terminar la carrera de abogado por insuficiencia académica, amén de a la “consejera jurídica”, la hacedora de las leyes más represivas que ha tenido esta tierra. Chambista, sumisa y réproba, los únicos elementos suficientes para su nominación.

En el Tribunal de Justicia siguió impulsando la carrera de Goyito Pérez como magistrado, a pesar de su responsabilidad directa en el desfalco al patrimonio coahuilense a través del Ficrea y mantiene al hermano de Aguillón, sin más mérito que ese parentesco.

El líder de los diputados de la casa de alabanza fue coordinador de su campaña política, luego secretario de Educación, en una muestra más de esa impostura tiránica que engloba los poderes en una persona: el ejecutivo estatal. ¿Más evidencias?

Resulta este tiempo el de la liquidación de un Estado en bancarrota, en el que se pretende apuntalar la salida sin fuero, pero blindada con la incondicionalidad, que duraría caprichosamente mientras el impuesto no vea su patrimonio o su libertad en riesgo.

La paradoja final es que en esta impostura no es considerado el delfín en la toma de decisiones, lo que confirma la especie.

Al final el tirano se verá solo y a un gramo de la traición de sus hoy cómplices y colaboradores, y mañana sus jueces. Esa es la naturaleza humana.

Jean Baptiste Say refiere: “Como el miedo es el mayor suplicio de los tiranos, el crimen más irremisible a sus ojos, es hacerles sentir miedo”.

¿Cómo andan sus miedos, compañero abogado?

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