La trampa de Lasker

La semana pasada acudí al Foro Económico Vector 2019. Uno de los panelistas comentó que, en cuanto a inversiones, México ha caído en lo que llamó la “trampa de Lasker”, para describir una situación aparentemente muy benéfica, aunque en realidad no lo es tanto.

Nunca había escuchado esa expresión. No recordaba haberla oído en ninguna de mis clases ni leído en ninguno de mis libros de Economía. Al llegar a casa consulté al sabelotodo Google y encontré que la trampa, o celada de Lasker, existe. Es una estrategia de ajedrez, llamada así en homenaje a su promotor, el alemán Emmanuel Lasker, quien mantendría el campeonato mundial durante 27 años hasta ser destronado en 1921 por el cubano Capablanca.

Más que un gran ajedrecista, Lasker era un extraordinario psicólogo. Jugaba con las emociones de sus adversarios mediante movimientos audaces (en apariencia no los mejores) para hacerlos caer en su trampa. El oponente creía tomar las riendas de la partida, pero en 7 jugadas Lasker tomaba una ventaja definitiva.

¿Qué tienen que ver el ajedrez con la economía? ¿Y las tasas con los trebejos? Bueno, en este caso la alusión me pareció afortunada. Con la tasa de referencia libre de riesgo arriba del 8% muchos inversionistas, muchísimos, se sienten cómodos recibiendo ese rendimiento y, creyendo llevar las riendas financieras, están dejando pasar grandes oportunidades de inversión en infinidad de sectores.

Las tasas de interés deben mantenerse altas para mitigar los riesgos inflacionarios mediante una contracción en la liquidez, o para evitar una depreciación del tipo de cambio, atrayendo capitales internacionales. Por supuesto, no queremos inflación ni devaluación, pero sí inversión y empleo.

Coincido con los analistas en que la tasa de referencia actual, aún la real (descontando la inflación), es muy alta y bien podría reducirse en algunos puntos base para, sin generar problemas, sí detonar la inversión y la capitalización de las oportunidades.

Existen cuatro formas de impulsar el crecimiento económico: incrementando el consumo, la inversión pública y privada, el gasto de gobierno y las exportaciones netas. Para las tres primeras se requieren tasas de interés bajas que privilegien el consumo al ahorro y motiven la toma de riesgos de aceptar rendimientos menores; de darse ambas circunstancias, se recaudará más y el gobierno crecerá sus programas.

Para salir del área de confort en la que se encuentran muchos inversionistas, la reducción en el interés es indispensable, aunque también se debe trabajar en generar confianza y certidumbre. Solo así podremos dejar de permanecer atrapados en la trampa de Lasker.

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