Fuenteovejuna, la reacción de un pueblo contra abusos de gobernantes y ultrajes a sus mujeres

-¿Quién mató al Comendador?

– Fuenteovejuna, Señor.

Diálogo de la obra “Fuenteovejuna”, obra teatral escrita en verso por Lope de Vega, uno de los autores más sobresalientes del denominado Siglo de Oro de la literatura española.


Considerada símbolo de la unión de todo un pueblo contra la tiranía, la anécdota fue tomada por Lope de un hecho histórico real. Su principal protagonista es el pueblo, capaz de desafiar todos los poderes opresores y vencerlos con la fuerza de la unidad y la solidaridad.

Pero una condición para que surja la rebelión de un pueblo es que la indignación y el deseo de defender su honor llegue a tal punto que, como ocurre en Fuenteovejuna, sus habitantes decidan organizarse y unirse contra el poderoso Comendador, Fernán Gómez, después de que este, en el colmo de sus abusos, ultraja sexualmente a Laurencia, una de las jóvenes del pueblo.

La rebelión del pueblo (que enfurecido va contra el Comendador) ocurre hasta que Laurencia se presenta ante todos los hombres reunidos y les espeta las palabras de su famoso

MONÓLOGO DE LAURENCIA

ESTEBAN (Padre de Laurencia):
¡Hija mía!

LAURENCIA:
No me nombres
tu hija.

ESTEBAN
¿Por qué, mis ojos?
¿Por qué?

LAURENCIA:
Por muchas razones,
y sean las principales:
porque dejas que me roben
tiranos sin que me vengues,
traidores sin que me cobres.

Aún no era yo de Frondoso,
para que digas que tome,
como marido, venganza;
que aquí por tu cuenta corre;
que en tanto que de las bodas
no haya llegado la noche,
del padre, y no del marido,
la obligación presupone;
que en tanto que no me entregan
una joya, aunque la compren,
no ha de correr por mi cuenta
las guardas ni los ladrones.

Llevóme de vuestros ojos
a su casa Fernán Gómez;
la oveja al lobo dejáis
como cobardes pastores.
¿Qué dagas no vi en mi pecho?
¿Qué desatinos enormes,
qué palabras, qué amenazas,
y qué delitos atroces,
por rendir mi castidad
a sus apetitos torpes?
Mis cabellos ¿no lo dicen?
¿No se ven aquí los golpes
de la sangre y las señales?
¿Vosotros sois hombres nobles?
¿Vosotros padres y deudos?
¿Vosotros, que no se os rompen
las entrañas de dolor,
de verme en tantos dolores?

Ovejas sois, bien lo dice
de Fuenteovejuna el nombre.
Dadme unas armas a mí
pues sois piedras, pues sois tigres…
Tigres no, porque feroces
siguen quien roba sus hijos,
matando los cazadores
antes que entren por el mar
y por sus ondas se arrojen.
Liebres cobardes nacistes;
bárbaros sois, no españoles.
Gallinas, ¡vuestras mujeres
sufrís que otros hombres gocen!
Poneos ruecas en la cinta.
¿Para qué os ceñís estoques?
¡Vive Dios, que he de trazar
que solas mujeres cobren
la honra de estos tiranos,
la sangre de estos traidores,
y que os han de tirar piedras
hilanderas, maricones,
amujerados, cobardes,
y que mañana os adornen
nuestras tocas y basquiñas,
solimanes y colores!

A Frondoso quiere ya,
sin sentencia, sin pregones,
colgar el comendador
del almena de una torre;
de todos hará lo mismo;
y yo me huelgo, mediohombres,
por que quede sin mujeres
esta villa honrada, y torne
aquel siglo de amazonas,
eterno espanto del orbe.

ESTEBAN:
Yo, hija, no soy de aquellos
que permiten que los nombres
con esos títulos viles.
Iré solo, si se pone
todo el mundo contra mí.

Esteban es seguido por el pueblo enardecido, que hace justicia por propia mano y da muerte al Comendador.

Al momento de que el juzgador inquiere mediante tortura a todos los pobladores quién es el responsable, todos responden la consabida frase del diálogo del principio, y cuando el Rey requiere un informe de la investigación, el Juez de la causa le dice:

“Haciendo averiguación
del cometido delito,
una hoja no se ha escrito
que sea en comprobación;
porque, conformes a una,
con un valeroso pecho,
en pidiendo quién lo ha hecho
responden: Fuenteovejuna”.

En el siglo XXI, más que la violencia y el hacer justicia por propia mano, la participación ciudadana tiene derechos e instrumentos constitucionalmente establecidos para protestar y manifestarse para combatir abusos, ejercer presión ante las autoridades e incluso remover a los malos gobernantes, pero la condición sigue siendo la misma: que la indignación popular pase de la simple queja a la acción colectiva organizada.

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