¡Escúchame!

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Hace algunos días me encontraba en mi oficina, abstraído en la lectura de un interminable documento, cuando comencé a oír un murmullo del exterior originado por una distorsionada bocina. Frente a mi sede laboral se encuentra la Macroplaza, flanqueada por la Presidencia Municipal de Monterrey y por el Palacio de Gobierno, así que no es raro encontrar ahí grupos manifestándose, por lo que no presté mucha atención.

La mención de mi nombre en la arenga del sujeto al micrófono captó automáticamente mi atención. Al asomarme por la ventaba observé al individuo de la voz rodeado por una docena de mujeres. La distancia, el ruido del tráfico y la mala calidad del equipo de sonido me hacían imposible entender el mensaje, por más esfuerzo que hacía en escuchar. Así que los invité a pasar a mi oficina.

Pocos de los temas tratados, motivo de la inconformidad, tenían que ver con la dependencia que represento. Pero el haberlos escuchado con atención fue suficiente para que de ahí salieran satisfechos.

Vivimos en un mundo que oye mucho pero escucha poco. Gracias a la conectividad permanente, estamos expuestos, como nunca antes, a cantidades ingentes de información, casi toda inútil. Son tantos los distractores generadores de ruido que dejamos de escuchar lo realmente importante.

Creo que Dios, en su infinita sabiduría, nos proporcionó a los seres humanos dos oídos y una boca, para que los usemos en esa proporción. No siempre podemos resolver todos los problemas que se nos plantean, pero a veces es suficiente ayuda el saber escuchar y obsequiar una sonrisa, una palmada en el hombro o una palabra de aliento.

La empresa que deja de escuchar a sus clientes está condenada al fracaso. Lo mismo pasa con los gobiernos, las relaciones personales y la familia. En esta última es donde se concentra el problema, ya que los hijos ignorados son la fuente de desintegración familiar y pérdida de valores.

Para hablar se utilizan varias decenas de músculos. Para escuchar, ninguno. Dice el dicho popular “Nunca pierda la oportunidad de quedarse callado”. Así que mejor escuchemos, genera menos riesgos y aporta grandes beneficios.

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