Elogio a la imperfección

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Justo en el ocaso del año 2012, una noticia apareció en los titulares de los principales periódicos de Europa, sobretodo en Italia, la cual enlutó al mundo de la ciencia: “A los 103 años fallece Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de medicina, neurocientífica y notable investigadora. Rita deja una obra científica extraordinaria, pero es más importante todavía lo que su vida representa como ejemplo, como persona comprometida, valiente y serena, actuando a favor siempre de la equidad de género, de la igual dignidad de todos los seres humanos”.                         

La sobrina de la científica comentó: “Es como si se quedara dormida. No, no estaba enferma. Solo se ha apagado, como puede apagarse una existencia larga y laboriosa, que fue feliz sobre todo en los momentos de trabajo”.

Federico Mayor, profesor de bioquímica, la encumbró: “Las aportaciones científicas de Rita Levi-Montalcini han sido fundamentales para el mejor conocimiento de la fisiopatología del cerebro. Pero sus aportaciones humanas son igualmente relevantes. Se ha hecho invisible, pero no se ha ausentado. Su estela seguirá iluminando los caminos del mañana”.

Encuentro previo.

Quizá fue en marzo del año pasado cuando estando en una librería me llamo la atención el sugerente título de un libro “Elogio a la imperfección”, de una escritora para mi desconocida, me refiero, precisamente,  a Rita Levi-Montalcini,  que en este libro, de manera  autobiográfica,   aborda las razones que la llevaron a adoptar decisiones que,  en su larga vida y a la luz del tiempo transcurrido, juzga con serenidad y sabiduría. En esta autobiografía desarrolla un apasionado balance de su trayectoria personal y  profesional, aventura que comprende todo un siglo.

Leí con paciencia este inspirador libro del cual recogí  magníficas enseñanzas, algunas de las cuales, junto  con pequeños trazos de su ejemplar vida,  comparto en este espacio.

Reconciliación.

Con una mente lúcida y fresca Rita expresa que siempre trató de conciliar dos aspiraciones aparentemente irreconciliables: la perfección en la vida y el refinamiento en el trabajo, y descubrió, después de los años, el valor de la imperfección en ambas, el placer que las dos procuran en el sentido de que es una gran ventaja tener la consciencia de esta imperfección en todo lo que se emprende, porque esto representa un aliciente para mejorar, para superarse. Ciertamente, su punto de vista hace evidente que las personas somos seres imperfectos, pero siempre perfectibles; su razonamiento representa un canto a la esperanza, a la posibilidad de ser más humildes y por tanto más humanos, más sensibles a las necesidades de nuestros semejantes.   

Me sorprendió su inteligencia, perseverancia y al saber que leía un libro escrito por una mujer muy mayor más me impresionó su lucidez intelectual, su juventud mental, el compromiso social que en los hechos manifiesta, su lucha en contra de la desigualdad y la discriminación, así como una laboriosidad y optimismo que hoy muchos jóvenes envidarían. 

Mujer Fuera de serie.

Dice su ficha biográfica: “Rita nació en el seno de una familia judía –no ortodoxa pero sí practicante–,Levi-Montalcini vivió su infancia en Turín, mientras se libraba la primera guerra mundial, y se empeñó en matricularse en medicina en 1930 para doctorarse en neurocirugía. Ayudante del eminente histólogo Guiseppe Levi, montó un laboratorio en su propia casa cuando las leyes raciales de la Italia fascista le impidieron proseguir sus investigaciones. Acabada la segunda guerra mundial, y durante treinta años, investigó en la Universidad de Washington en Saint Louis, y el descubrimiento del factor del crecimiento nervioso (NGF) le valió en 1986 el Premio Nobel de Medicina”.

Actitud a toda prueba.

Cuando fue investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Complutense comentó: “Nunca he pensado en mí misma. Vivir o morir es la misma cosa. Porque naturalmente la vida no está en este pequeño cuerpo. Lo importante es la forma en que hemos vivido y el mensaje que dejamos. Eso es lo que nos sobrevive. Eso es la inmortalidad”.

Según Rita: “Es ridículo obsesionarse por el envejecimiento. Mire, mi cerebro es ahora mejor que cuando era joven. Es verdad que veo mal y oigo peor, pero mi cerebro ha funcionado siempre bien. Lo fundamental es tener activo el cerebro; intentar ayudar a los demás y mantener la curiosidad por el mundo”, por eso ella nunca considero la jubilación: “Estoy en contra de la jubilación o cualquier otro tipo de subsidio. Vivo sin ello. Renuncié a ello.”

…Sus estudios la llevaron a decir que el hemisferio derecho “es la parte instintiva, la que sirvió para hacer bajar al australopitecos del árbol y salvarle la vida. La tenemos poco desarrollada y es la zona a la que apelan los dictadores para que las masas les sigan. Todas las tragedias se apoyan siempre en ese hemisferio que desconfía del diferente”; sin duda, un tema que compromete a estudiar y analizar, pues de esta parte del cerebro se valen aquellos que, de mil formas y artilugios, intentan dominar y manipular; tal vez, por ello – y por su propia biografía –  Rita siempre defendió a las mujeres, a los menos favorecidos, siendo una obstinada opositora a toda clase de totalitarismos.

Necesario aprender.

Elogio a la imperfección es un libro que todos los jóvenes deberían de leer para contagiarse de juventud y carácter.

Ella, por ejemplo, aconseja a quienes pretenden iniciar una carrera como investigadores: “Si miro de manera retrospectiva mi larga trayectoria, la de mis coetáneos y colegas, así como la de los jóvenes novicios que se han ido uniendo a nosotros, creo poder afirmar que los factores esenciales que determinan, en la investigación científica, el éxito y la satisfacción personal, no son el grado de inteligencia ni la capacidad para llevar a cabo con exactitud la tarea emprendida. Ambos dependen, en su mayor parte, de una entrega total a la tarea y de la capacidad de cerrar los ojos ante la dificultad: de este modo podemos afrontar problemas que otros, más críticos y más ingeniosos que nosotros, no podrían”.

Es cierto, la entrega total a la tarea, la actitud positiva ante la adversidad y ver los problemas como oportunidades, es lo que hace la diferencia, esta verdad debería ser la constate en las aulas de las escuelas y universidades en las cuales, en ocasiones, hoy se privilegia más la complacencia que la laboriosidad.

Mujer tenaz.

Cuando cumplió 100 años en una entrevista se le pregunto sobre el secreto para una longevidad productiva, para llevar una vida como la suya,  a lo cual contestó: “La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser indiferente a la muerte, porque la muerte no nos golpea a nosotros sino a nuestro cuerpo, y los mensajes que uno deja persisten. Cuando muera, solo morirá mi pequeñísimo cuerpo”.

Rita fue una mujer tenaz, valiente y decida, ella iluminó a la ciencia, dejando también notables enseñanzas de heroísmo, de vida, entre las cuales se encuentra la manera de encarar a la mismísima muerte: sin miedo, sin amargura, solamente con la alegría del haber consumado la vida en cada instante.

Elogio continuo.

Es cierto, solo murió su cuerpo, porque sus ideas, descubrimientos, testimonio y legado seguirán en el mundo como un recordatorio de las personas comprometidas y responsables, como un mensaje para elogiar y “gozar” todos los días las imperfecciones personales con el fin de lograr mayor efectividad en el oficio, para despertar la creatividad dormida, para ser personas más productivas y humanas.

Indudablemente, la imperfección se ajusta plenamente a nuestra naturaleza, por tanto, sería buena convertirla en una inseparable aliada. En constate acicate.

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