El peso se hizo pesa

No, no se trata de ningún tipo de comentario o referencia al asunto transgénero o si de pronto el peso cambió sus pronombres, sino a la diferencia entre lo que es la moneda nacional mexicana, el peso, y cómo esta moneda de pronto se ha convertido en un lastre, una carga, una pesa que muchos mexicanos, a lo largo y ancho del país y de las actividades económicas, están cargando.

En muchos de los casos son incluso quienes se ven o verán afectados por la constante y sorprendente apreciación del peso quienes no lo entienden, no lo quieren ver, o incluso lo celebran, sin percatarse de las implicaciones de mediano y largo plazo que esto conlleva. Hay muy poco entendimiento y discusión de lo que implica el super peso y una inexplicable aversión a querer entender el tema.

Saltan, por ejemplo, analistas u opinadores, algunos con muchos seguidores, a envolverse en la bandera de discutir por discutir, incluso lo que no entienden -ni quieren entender-, y denunciar o señalar a los cuatro vientos a quienes opinamos que el nivel del peso contra el dólar (pero también contra otras monedas) es un problema que merece atención. Analistas respetados, populares y con los que incluso estoy de acuerdo en otros temas, sugieren que “son los exportadores los únicos afectados”; que “los empresarios exportadores quieren competir a base de la muleta que es una moneda subvaluada”; que “los empresarios exportadores son lloricones y deben aprender a ser empresarios”; “que los exportadores deben competir a base de marketing y su diferenciador de mercado”. No entienden que NO es un tema exclusivo de exportadores. Y está bien no entender algo, pero lo que no está bien es no tener la menor disposición a que alguien les explique y a querer entender. Por eso, quiero compartir a continuación, casi textual, mi opinión en un grupo de WhatsApp en donde traté de explicar por qué esto NO es solo un tema de exportadores.

Alguien salió con la cantaleta del que sabe algo, pero no mucho, sobre lo que implica el super peso: es que solo afecta a los exportadores. Les planteé un par de ejemplos hipotéticos para ver el impacto del super peso en productores nacionales NO exportadores. Y no, no creo que con más marketing o más calidad o aprendiendo a ser empresarios y a no llorar puedan estas dos empresas hipotéticas sobrevivir de seguir el peso como va.

Ejemplo 1: Hace 3 años el vino ABC de Arteaga, Coahuila se vendía a La Vinoteca por $500 pesos. Un vino similar de Napa, La Vinoteca lo compraba también en $500 (que eran unos $25 dólares; a $20/dólar). En los últimos 3 años, vamos a suponer que la inflación en MX fue igual a la de USA (aunque fue mayor en México; 20% vs 17%) y que los insumos de Arteaga y Napa subieron igual que la inflación, un 20%. Entonces, con el 20% de inflación, Arteaga vende su vino en $600. El de Napa lo vende ahora en $30 dólares, que equivalen hoy a $495 pesos (a $16.5/dólar). Cuando vas a La Vinoteca como consumidor ahora el vino de Arteaga cuesta un 21% más que el de Napa, solo por el efecto del peso. Supongo que eso NO es bueno para el productor mexicano. ¿Cómo compite?

Ejemplo 2: Hagamos el mismo ejercicio con un producto donde el mexicano compite contra un japonés; un cuchillo de alta calidad de Jalisco contra uno similar hecho en Japón, ambos para venta en México. En Japón la inflación fue de un 7% en 3 años y el Yen japonés se depreció mucho más que el dólar frente al peso. Así, el precio hace 3 años del cuchillo mexicano era de $3,000 pesos (¥16,200 yenes, a un Tipo de Cambio de 5.4 yenes por peso). El cuchillo japonés tenía un precio igual de $3,000 pesos (¥16,200 yenes). Hoy, el cuchillo mexicano con 20% de inflación pasó a $3,600 pesos (¥33,336 yenes a un tipo de cambio hoy de 9.26 yenes por peso). El cuchillo japonés, con inflación de 7% subió a ¥17,334 yenes, que ahora equivalen a $1,871 pesos. Es decir, el productor japonés de cuchillos es ahora 48% más barato que el mexicano. Y no sumemos otros “detalles” que inclinan la balanza en contra del productor mexicano, ese al que algunos analistas o políticos le exigen dejar de lloriquear o competir con calidad y marketing. Al japonés sí le prestan los bancos a una tasa de 2-3%; al mexicano, si le llegaran a prestar, pagaría alrededor de 15%. La tasa de impuestos es del 23% en Japón contra 30% en México.

En el caso del vino mexicano compitiendo contra el vino de California, el efecto es de un 21%. En el caso de los cuchillos compitiendo contra un productor japonés casi 50%; la fortaleza del peso, sumada a la debilidad del yen japonés, se convierte en una pesada loza para quien produce localmente.

El consumidor puede sentirse contento de comprar un cuchillo japonés o un vino de Napa tan barato, pero eventualmente la empresa mexicana desaparecerá y despedirá a quienes dependen de ese negocio y quienes dependen de producción nacional sufrirían una suerte similar. No habrá pesos para comprar importaciones, por más baratas que sean. Ese ciclo es peligroso.

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