El historiador mexicano Enrique Krauze ingresó a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España

Con una reflexión histórica sobre la vigencia de la conferencia “La política como vocación”, de Max Weber, Enrique Krauze ingresó ayer a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España.

En una ceremonia llevada a cabo en la sede de la corporación, la Casa y Torre de los Lujanes, el edificio civil más antiguo de Madrid, el historiador tomó posesión como Académico Honorario.

Ser miembro honorario es la distinción más alta que da la Academia a un extranjero: otras figuras reconocidas con el cargo han sido el jurista Giuliano Amato, ex presidente del Consejo de Ministros de Italia, y el político francés Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea (1985-1995).

Fundada en 1857, la institución describió a su nuevo integrante como un intelectual que se ha “destacado por su defensa de la democracia y valores liberales, así como por su denuncia del populismo y autoritarismo”.

Esta convicción fue refrendada por Krauze en su discurso de ingreso, titulado “El realismo trágico de Max Weber”, una lectura histórica y biográfica de la circunstancia en la que el sociólogo alemán dictó su célebre conferencia.

“Cuyo contenido ha llegado hasta nuestros días como una advertencia sobre los peligros convergentes, mil veces comprobados, de la demagogia, los liderazgos carismáticos, y los fanatismos ideológicos”, expuso.

Dictada en Múnich el 28 de enero de 1919, ante la Unión de Estudiantes Libres de Baviera, “La política como vocación” plantea las perdurables ideas de Weber sobre la verdad que media entre la política y la ética.

“(Para Weber), la genuina vocación política suponía abrazar con pasión una causa, pero hacerlo sin vanidad ni desbordamientos, con mesura y un atento sentido de la responsabilidad”, expuso Krauze.

“Sólo un político así merecía poner su mano en la rueda de la historia. No era el caso de los demagogos que, actuando bajo una ética absoluta, sólo se sienten responsables de que flamee la llama de la convicción”, abundó.

En un discurso que fue elogiado por la hondura de sus reflexiones y su capacidad de síntesis, Krauze calificó a la fugaz Revolución de Múnich como un episodio con una densidad histórica sin par.

“Fue el escenario donde se ensayó el siglo 20”, apuntó sobre la Múnich de entonces.

En esa encrucijada histórica, posterior a la Primera Guerra Mundial, Weber alertó sobre el proceder político de los demagogos, revolucionarios y pacifistas de ese momento.

“Él lo que ofrecía, lo que abría, es una vía práctica, apasionada pero realista, para actuar sin sensaciones románticas, con fortaleza interna, en defensa de los más altos valores humanos; en eso consistía la ética de la responsabilidad”, definió el historiador.

En este retrato del político ideal -cuya descripción, estimó Krauze, correspondía al propio Weber-, el intelectual definió el núcleo de su pensamiento.

“El origen último de la actitud de Max Weber era un ‘realismo trágico’. Desde joven, supo que no le estaba dado el hechizo de la religión, ni de la ideología. A Weber, que comprendía ese hechizo, y que quizá hasta lo añoraba, el mundo le incitaba la vocación inversa: deshacer el hechizo”, reflexionó.

“Si algo caracterizaba este tejido humano, era la inevitabilidad del conflicto. Frente a ella, la vocación más alta que Weber podía concebir era la vocación política, porque ninguna otra llegaba, como ella, al núcleo trágico de la vida y porque, ejercida con dignidad y con altura, podía tocar a las personas, a la calidad moral, a la nobleza de su existencia”.

Asimismo, en “La política como vocación”, el intelectual alemán alertó sobre los aciagos tiempos por venir, una advertencia que terminó por confirmarse en los años que siguieron.

“La conferencia de Max Weber, hace poco más de 100 años, nunca perderá vigencia; yo diría que hoy menos que nunca. Max Weber hizo su parte en defender los fueros de la objetividad y la responsabilidad en la política, hoy más necesarios que nunca”, elogió Krauze.

Tal vez esa “noche polar” de la que alertaba el alemán, según el historiador mexicano, se trataba de los totalitarismos del siglo 20 que estaban por acontecer.

“Sólo los espíritus heroicos, dijo, ayudarían a remontarla. Por fortuna, no faltaron en las democracias de Occidente en el siglo 20 héroes como él, que se atrevieron a ver de frente la urdimbre trágica de la historia y consigo trajeron el alba.

“Y yo me pregunto, señoras y señores, ¿dónde están ahora esos héroes? ¿Dónde están ahora esos héroes en esta nueva noche? Muchas gracias”, concluyó Krauze. Y llegó el aplauso unánime de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

En su respuesta al discurso de ingreso de Enrique Krauze a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, el sociólogo Emilio Lamo de Espinosa destacó tres dimensiones de la labor intelectual del historiador mexicano: una académica, otra como editor y una última activista democrático.

Sobre la primera de ellas, entre sus más de 20 libros publicados, destacó como su obra maestra la Trilogía Histórica de México, compuesta por Siglo de caudillos, Biografía del poder y La presidencia imperial.

Abordó también su labor como editor en las revistas Plural y Vuelta, así como la fundación de Letras Libres, desde la que, elogió, se ha convertido en un promotor incansable de la difusión de la cultura y el pensamiento crítico.

“Finalmente, Enrique Krauze es un intelectual radicalmente independiente, comprometido con su país y con su tiempo, que ha defendido los valores democráticos, liberales y humanistas frente a los autoritarismos, populismos y dogmatismos de izquierdas o de derechas”, describió Lamo de Espinosa.

“Y sigue haciéndolo, ahora, por ejemplo, en viva polémica con el Presidente de su país”, abundó.

El Norte
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