El autobús, la luna y el éxito

Toma unos segundos para pensar en algún éxito reciente propio o de alguien a tu alrededor. Me imagino que pensar en ese éxito te hace sentir bien, contento, orgulloso, realizado. Seguramente el alcance o el tamaño de lo que cada quién considera un éxito varía de persona a persona y en base al contexto, circunstancia o ánimo presentes cuando nos toca determinar si algo fue exitoso o no. La palabra éxito proviene del latín exitus, salida. Según la Real Academia, un éxito es el resultado feliz de un negocio o una actuación y la buena aceptación que tiene alguien o algo. La periodista española Vanesa Matesanz publicó un artículo sobre las definiciones del éxito (“Las definiciones de éxito que jamás deberías olvidar”; Forbes España, mayo 29, 2015) y abre con este párrafo: El éxito tiene tantas variantes como personas en el mundo. La definición de esta palabra es algo abstracta porque para cada uno, significa algo distinto. Para una persona puede significar lograr el puesto más alto de su empresa, mientras que para otra el éxito es mantenerse tranquila y feliz tal y como está. Ahí enlista diez frases de personajes históricos o famosos sobre el éxito. Michael Jordan, el mejor jugador de basquetbol de la historia dice “He fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el éxito“. Cita a Winston Churchill diciendo “El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse“. Mientras que Thomas Alva Edison sentencia que “Las personas no son recordadas por el número de veces que fracasan, sino por el número de veces que tienen éxito“.

¿Qué entendemos los mexicanos cuando hablamos de éxito? ¿Cómo deberíamos, en lo personal o en los intereses nacionales, medir y juzgar el éxito? Vino a mi mente este tema a raíz de la visita a México de los líderes de Canadá y de Estados Unidos, calificada por el presidente López Obrador y por el secretario Ebrard como “un éxito” y de las declaraciones triunfalistas de prominentes figuras del gobierno sobre la fortaleza del peso frente al dólar (por cierto, no hace mucho presumían que el precio de la gasolina era más barato en México que en Estados Unidos, pero sobre eso ya no hablan, supongo fue un “éxito” pasajero). El secretario Ebrard recitó los “resultados” de la “exitosa visita” en Twitter, pero parecen ser solo una lista de intenciones. Habla de a) “Acelerar el crecimiento”; no lo han acelerado, solo tienen la intención de hacerlo; difícilmente un éxito. b) “Movilidad laboral entre los países y facilitar acceso a la ciudadanía de paisanos”; otra buena intención. c) “Energías limpias y electromovilidad”; otra buena intención, rollo. d) “Seguridad para el control de precursores químicos y armas”; sin palabras. d) “Combate al racismo”; otra buena intención, una frase hueca, hasta que no exista un logro tangible que pueda considerarse un éxito. Es como celebrar como éxito el armar una lista para el supermercado y no el hecho de tener la lista, ir al supermercado, conseguir y poder pagar todo lo de la lista; además de regresar sin ser asaltado. Mi hipótesis es que, en búsqueda del aplauso fácil y en una época llena de posverdad (fake news) donde sistemáticamente se exageran los logros y se minimizan los fracasos, nos hemos acostumbrado a la ausencia de éxitos reales y quienes gobiernan el país perpetúan esa actitud de celebrar lo hueco y lo poquito como forma de vida.

Por eso es por lo que no hay quinto (ni cuarto) partido en un mundial. Por eso creen los políticos que ganar una elección o un puesto es un éxito en sí mismo y no lo que se hace de bien con ese poder o puesto. Por eso es por lo que gobiernos como el actual, con la mentalidad 4T, no saben qué hacer con el poder. Le ladraron tanto al autobús que cuando se paró no supieron qué hacer. No sabían que el éxito sería medido no cuando el autobús se parara, sino con lo que hicieran una vez que este se parara. En 1962, John F. Kennedy, pronunció un discurso en la Universidad de Rice (Houston, TX) sobre la exploración del espacio que contenía la frase “escogemos ir a la luna en esta década y hacer otras cosas más, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esa meta nos servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades”. Siete años después, el discurso se convirtió en una misión exitosa a la luna. No es un éxito aprobar una ley si esta no se cumple y hace cumplir. No es un éxito inscribirse en la escuela sin graduarse. No es un éxito abrir una empresa sin hacerla prosperar por años. No es un éxito tomarse una foto con la primera piedra de un puente, carretera o aeropuerto sin que se use y sirva para lo que fue diseñado. No es un éxito un peso fuerte (seguramente pasajero) si la pobreza no amaina y se la economía no crece. No es un éxito anunciar una alianza opositora, si esta está llena de quienes antes fracasaron, sin ideas nuevas, sin un plan. ¿Cómo definir y calificar éxitos para un pueblo y país urgido de cientos o miles de ellos? ¿Queremos solo ladrarle al autobús o queremos ir a la luna? Hay que redefinir el alcance de nuestros sueños. La mediocracia (el gobierno de los mediocres), de los de hoy y los de antes, nos seguirá quedando mal.

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