El arte de la paciencia

La paciencia es una virtud difícil de conseguir pero fácil de perder. Las situaciones estresantes pueden llegar a superar a cualquier, incluso a los adultos. Un ejemplo claro es pedir a un niño de forma constante que se porte bien y ver cómo reitera una vez este comportamiento. O ver cómo siempre hay que pedir constantemente que arregle su cuarto día tras día.

Sin embargo, perder los estribos frente a los hijos no es algo recomendable. Quizás a corto y medio plazo no se vean los resultados, pero en el largo sí que sería posible encontrar una solución a estas situaciones. Para poder afrontar estas pequeñas “batallas” nada mejor que la paciencia, una virtud que merece la pena aprender en el caso de los padres para afrontar el reto que supone la educación de un niño.

El primer paso para trabajar la paciencia es saber que no existen los resultados inmediatos. Todo conlleva un proceso de maduración hasta conseguir lo que se quiere. Quizás decir a un niño que no se comporte de tal manera no de resultado en ese momento, pero mantenerse firmes en esta conducta hará que en el futuro el pequeño comprenda que esta actitud no es la adecuada.

Tampoco hay que confundir la paciencia con pasividad. Si algo no da resultado no quiere decir que no haya que seguir trabajando para conseguir el objetivo. En todo caso se podrá debatir sobre lo que podría haber fallado y si hay algo que mejorar de cara al futuro. Una nueva estrategia quizás sea todo lo que haga falta, pero nunca bajar los brazos ante la falta de resultados.

La resignación también es un camino a seguir. Algunos padres simplemente piensan “mi hijo es así”, en lugar de buscar otra solución a la situación que se resiste a cambiar. Poco a poco todo mejorará, aunque en ocasiones es cierto que no se aprecie a simple vista. Además, los hijos también se llevarán una importante lección sobre lo que significa persistir hasta conseguirlo que uno se propone.

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