El Aprendiz. Por el placer de hacer.

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La cultura global nos aleja constantemente de la productividad, la ansiedad por el dinero supera la pasión de formar algo que se pueda tocar, que quite el hambre, que cobije, o simplemente que sirva para embellecer este ya de por si formidable planeta. Las nuevas generaciones buscan el fajo de billetes en forma quincenal, no importa lo que tengan que hacer para engordarlo, el fin es el fajo y nada mas importa.

Los trabajos cada vez se alejan mas de la idea de producir, pocos empleados conocen el objetivo de las empresas que los contratan, lo que mas comúnmente vaga por las mentes llenas de apps y redes sociales cuando se trata del trabajo, es: Tengo que ir a un lugar que resulta tan malo y aburrido que hasta pagan por ir a el ¿Cuando perdimos el rumbo y la pasión por el oficio? ¿En donde quedó el interés de ser el mejor en algo? Olvidamos que el éxito llega, cuando lo que hacemos en el trabajo es una cosa por la que gustosos pagaríamos por hacer.

En las escuelas los estudiantes piensan que al salir de la escuela todo va a ser fácil, piensan que lo mas difícil que se puede hacer en la vida es obtener un titulo; en las escuelas los maestros ya no son mas mentores ni siquiera se ocupan en ser un buen ejemplo para los alumnos, es mas, cada vez son mas raros los maestros de licenciaturas que realmente practican el oficio que se precian de enseñar.

Los profesores y maestros han pasado a ser servidores de un individuo que piensa que les paga para que le hagan pasar buen rato, olvidando que muchas destrezas profesionales son como el deporte, donde se tiene que practicar hasta el desfallecimiento para alcanzar la perfección. Sin duda el esfuerzo es para el exitoso motivo de empuje y motor que lo lleva, pero ahora los jóvenes pretenden alcanzar el talento sin cansarse y en la comodidad que oxida, que atrofia y que avejenta.

Lo que resulta peor en este asunto de la educación y la preparación profesional, es que en las universidades privadas en casi todo el mundo han olvidado que quien paga sus sueldos no es el estudiante al que tienen la obligación de preparar. Estudiante que cree al final de un curso que esta listo para comerse a un mundo que seguramente es mas fácil que se los puede comer a ellos. Quienes pagan son los padres del alumno, personajes que antes pretendían invertir bien su dinero en el mejor lugar para que su hijo obtenga valiosas herramientas para ganarse honestamente la vida, y si es posible para triunfar en ella y ser feliz.

Tristemente también los padres sucumbimos al reino de las marcas, de pronto empezamos a creer que el bien estar de nuestros hijos solo depende del escudo de la institución y el abultado monto de dinero que se tiene que pagar por una semestre tras otro hasta alcanzar la emisión de un pedazo de papel, documento que en el mejor de los casos terminará archivado o colgado entre nubes de polvo; pensamos que los alumnos solo tienen que graduarse de Harvard, Yale o Cambridge para cosechar un asombroso éxito, olvidando que es el esfuerzo, la pasión y la idea de crear, de producir y de resolver problemas para los demás, lo que realmente hace a los humanos dignos de vivir la vida.

Hoy antes de enviar a nuestros hijos a la escuela, olvidemos el pan de vergüenza que quita el hambre pero deja un vació que con nada se puede llenar si fracasamos en la tarea mas importante de nuestra vida, educar a quienes nos amamos y nos han de relevar, pongamos el ego a un lado y recordemos las palabras del verdadero Maestro. “No les des pescado, Enséñales a pescar”.

“Que Dios Nos Bendiga”

hlaredom@gmail.com

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