El alegato

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El optimismo comienza en la voluntad; por eso los creadores viven radiantes: siempre ciertos que cada intento aproxima a un logro, a un objetivo. Posiblemente sus iniciativas tienen que ver más con la persistencia que con la propia genialidad.

Los creadores se encuentran conectados con el futuro mediante una voluntad de combate inquebrantable, sabiendo que es posible materializar sus ideas – muchas veces ridiculizadas por propios y extraños- , comprendiendo que es su libertad de pensar y emprender lo que los mantiene vivos, en movimiento. Que es la virtud de la independencia y la consistencia de los sueños el DNA de la existencia.

Un mundo distinto

El mundo se transforma gracias a esta clase de seres humanos, los cuales se inconforman con la realidad que observan y actúan en consecuencia. Debido a personas que, en algún momento de su vida, se propusieron cambiar las realidades, redefiniendo los valores, propósitos y estructuras preexistentes.

Estos rebeldes son los benefactores de la humanidad, porque al desafiar a los convencionalismos, al status quo, a los expertos, a las autoridades, legaron a la posterioridad sus materializadas ideas. Así actualizaron al mundo.

Gracias a ellos

Una perspectiva única del mundo y la fe férrea en sí mismos les dio la capacidad para crear e innovar más allá de todo convencionalismo. Gracias a su creatividad, a un atrevimiento verdaderamente empeñoso, hoy contamos con medios que facilitan la existencia; gracias a estas personas tenemos realidades que van desde los derechos humanos, la conciencia ecológica, el arte, la ciencia, las herramientas, las computadoras hasta la moda y el transporte.

Gracias a esos espíritus visionarios existen nuevas maneras de vivir, comer, trabajar y jugar; en fin, por virtud a sus esfuerzos hay posibilidades antes inéditas en todos los campos del saber humano. Y tal es el caso de Ayn Rand y de su personaje Roark.

Personaje singular

La filósofa-escritora Ayn Rand (1905-1982) escribió “El Manantial” en 1943, libro que fue rechazado por 12 editores, hasta que un editor joven en la editorial Bobbs-Merill le espetó a su jefe: “Si este no es un libro adecuado para usted, entonces yo tampoco debo trabajar para usted”, acto que en si mismo denota arrojo, anuncia precisamente la cualidad de la mente insumisa, necesaria para todo progreso, invención y emprendimiento.

El libro trata de la libertad personal y la insobornable voluntad humana cuando ésta quiere permanecer fiel a los principios que la distinguen. La autora, mediante la figura del arquitecto Roark, de extraordinario talento, describe el testimonio de quien opta por la integridad en lugar de dejarse arrastrar por la inercia de la corrupción moral, el brillo del poder fatuo, la vulgaridad y la mentira.

Roark, representa el arquetipo de la honestidad y excelencia, cualidades muy escasas, que describen a personas indiferentes de la opinión de las masas, de los otros, de los mediocres, de esas que son respetuosas en atender exclusivamente a la voz de su propia conciencia.

Es el modelo de las personas integras, que suelen adelantarse a la vulgaridad y a los vulgares, a los comunes y corrientes, a esos que se caracterizan por copiar las modas, por creer que son las marcas las salvadores de sus difusas personalidades, que ceden el parecer al ser, intentando ser lo que no son, que imitan, que se corrompen, que hacen lo menos posible, pervirtiendo así sus propios espíritus.

Roark, es la evidencia de las personas que prefieren vivir en la pobreza en lugar de ceder a la corrupción y la mentira, a la seducción del poder y el dinero. De esos que son sencillamente insobornables. Que conservan lo más valioso de su ser: su ego.

El contraste

El personaje opuesto a Roark es Ellsworth Toohey, escritor que se convierte, insensiblemente, en una de las personas más influyentes de Nueva York. Es un predicador mediático, cuya debilidad física, y mente brillante pero malévola, le impulsará a buscar el poder, perdiendo todo el valor de su persona.

Toohey extravía su grandeza y posibilidad creativa al optar por la vulgaridad y el relativismo, por subastar su ego al mejor postor, por pactar tácitamente con la mediocridad y la degradación.

Pero vencieron…

En el libro leemos un notable alegato en el cual Roark se defiende a sí mismo:

“Miles de años atrás, un gran hombre descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la misma estaca que había enseñado a encender a sus hermanos. Seguramente se le considero un maldito que había pactado con el demonio. Pero, desde entonces, los hombres tuvieron fuego para calentarse, para cocinar, para iluminar sus cuevas. Les dejó un legado inconcebible para ellos y alejó la oscuridad de la Tierra. Siglos más tarde un gran hombre inventó la rueda. Probablemente fue atormentado en el mismo aparato que había enseñado a construir a sus hermanos.

Seguramente se le consideró un trasgresor que se había aventurado por territorios prohibidos. Pero desde entonces los hombres pudieron viajar más allá de cualquier horizonte. Les dejó un legado inconcebible para ellos y abrió los caminos del mundo.

Ese gran hombre, el rebelde, está en el primer capítulo de cada leyenda que la humanidad ha registrado desde sus comienzos. Prometeo fue encadenado a una roca y allí devorado por los buitres, porqué robó el fuego a los dioses. Adán fue condenado al sufrimiento porque comió del fruto del árbol del conocimiento.

Cualquiera sea la leyenda, en alguna parte en las sombras de su memoria, la humanidad sabe que su gloria comenzó con un gran hombre y que ese héroe pagó por su valentía.

A lo largo de los siglos ha habido hombres que han dado pasos en caminos nuevos sin más armas que su propia visión. Sus fines diferían, pero todos ellos tenían esto en común: su paso fue el primero, su camino fue nuevo, su visión fue trascendente y la respuesta recibida fue el odio. Los grandes creadores, pensadores, artistas, científicos, inventores, enfrentaron solos a los hombres de su época.

Todo nuevo pensamiento fue rechazado. Toda nueva invención fue rechazada. Toda gran invención fue condenada. El primer motor fue considerado absurdo. El avión imposible. El telar mecánico, un mal. A la anestesia se la juzgó pecaminosa. Sin embargo, los visionarios siguieron adelante. Lucharon, sufrieron y pagaron por su grandeza. Pero vencieron”…

No más vulgaridad

La civilización – propone Roark – es el proceso que consiste en liberar al hombre del hombre. Entonces, es oportuno apuntar la inconveniencia de sonreír ante tanta vulgaridad, corrupción, sumisión y mediocridad que habita entre nosotros, tal como miles de mexicanos geniales lo hacen todos los días. (Recomiendo: https://www.youtube.com/watch?v=KXsGZM7T0LU)

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