Debate: Primer Round

El día 07 de abril, salvo que declararán estado de emergencia o sacarán cualquier otra excusa por el asunto de Ecuador o una caja china adicional, se llevó a cabo el debate de las y el candidato a la presidencia.

Tengo dudas acerca de si este ejercicio necesario y en teoría útil cambiará el destino de las preferencias y, eventualmente, de la elección de junio. El cartel no parece muy sólido y tal vez lo más prudente era esperar que el candidato Álvarez Máynez fuera quien le pusiera sabor al debate ya que no tiene mucho que perder y sus oponentes no se destacan por ser grandes oradoras o por tener un estilo o rollo que cautive a ninguna audiencia no pagada. Si Álvarez Máynez gana, la duda es si le quitaría más preferencias a Xóchitl o a Claudia. Pero bueno, quiero pensar que algo positivo salió del debate y podamos tener más sustancia de lo que son y representan las dos candidatas punteras. Veremos si son capaces de verse menos acartonadas, con menos lugares comunes y si quienes moderan el evento serán capaces de sacarles algo que mueva significativamente las mentes y corazones de los ciudadanos. Sabemos que en ambos lados hay voto duro; aquellos que por ninguna circunstancia cambiarán su preferencia por una de las dos. Ya sea por convicción en el proyecto, por simpatía con la candidata, por interés económico o por simple aversión a la rival. Pero quiero pensar que en medio de esos dos polos de fanáticos hay muchos ciudadanos genuinamente interesados en las propuestas, las ideas, el fondo de los proyectos de ambas candidatas o hasta su asociación con personajes o ideologías cuestionables (fuego amigo) y el debate pudiera ser una rara oportunidad de entender mejor lo que podemos esperar, si se ven presidenciales y si nuestra preferencia se puede consolidar o ser cambiada.

En mi opinión, un debate exitoso de Xóchitl, que le genere más simpatías e intención de voto, debe pasar por evitar groserías, evitar verse forzada a aparentar que viene del pueblo y que tiene raíces indígenas, buscar pintar una raya sobre su relación con los partidos que la arropan, ser autocrítica sobre lo que los gobiernos de PRI y PAN hicieron para que la mejor opción para los mexicanos fuera traer a AMLO en 2018 y hacer ver que ella sería realmente la cabeza del poder ejecutivo y no los partidos, de los cuales estamos cansados. También, tendría Xóchitl que traer no solo una larga lista de lavandería de lo que el gobierno actual ha hecho mal, sino de lo que un gobierno con ella al frente puede hacer distinto. Y por distinto me refiero no solo a lo que hace la 4T sino distinto a lo que hicieron PRI y PAN los 18 años previos. No puede Xóchitl prometer un cambio y aspirar a convencer a un número suficiente de incautos si ese cambio es en realidad un “back-to-the-future” que nos traiga las mismas recetas, ingredientes y cocineros que pusieron la mesa para la 4T. Más campaña del miedo tampoco moverá suficientemente la aguja. Al contrario, Xóchitl debería apostar por un mensaje positivo, optimista sobre todo lo bueno que tiene México y cómo, bajo su mandato como la primera presidenta, ella será capaz de convertir ese potencial en realidad con orden, con justicia, con transparencia, con oportunidades y con ideas que nunca se han visto en México.

Independientemente del reto de no parecer aburrida, forzada o poco simpática, Claudia Sheinbaum pudo tener un debate exitoso, ante los ojos de ese amplio segmento de ciudadanos que no están ya convencidos por o contra ella, si es capaz de convencernos de que ella será… ella. Así de sencillo, para muchos la principal duda que hay sobre una muy preparada y experimentada funcionaria de carrera es si será capaz de liberarse del lastre que pudiera ser la figura, el estilo, los modos, las formas y la ideología de su antecesor (y padrino). Claro, tal vez para su voto duro no exista nada mejor que Claudia sea AMLO 2.0, pero si Claudia cree que ese voto duro no será suficiente para ganar, entonces debe tomar en cuenta que quienes no estamos en ese grupo lo que menos queremos es otros 6 años al estilo de AMLO. Claudia tendría que enfocarse en los puntos positivos de este sexenio (sí los hay) y alejarse lo más posible de la sombra del presidente y su estilo chocante (para muchos). No más pleitos de vecindad con otros países, no más mañaneras de 2 horas, no más polarización desde la boca de la presidenta, no más guerra de clases, no más exageraciones, no más presunción de infalibilidad. A Claudia le vendría bien verse en el espejo de Deng Xiaoping y cómo ese líder chino fue capaz de darle la vuelta a la página de la Revolución Cultural de Mao (toda proporción guardada con la “transformación” de AMLO) y poner a China en el camino correcto para lo que fue y ha sido la transformación más impresionante de un país en el mundo moderno. Claudia convencerá a muchos si es capaz de dar señales de que será la Xiaoping de México, usando el poder para una transformación real y no solo de papel o de rollo. Un segundo piso de una carretera que no va a ningún lado no transformará más que el paisaje.

Espero que, en ambos casos, nos dejen pensando que sí tienen tamaño para manejar el país e imponer un estilo fresco y positivo que genere condiciones para crecer más y mejor, para reducir inseguridad, para imponer orden.

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