Cómo se median los sismos en tiempos novohispanos

¿Has visto gente rezando durante los temblores? Bueno, pues esta tradición esconde una larga historia en México. Para iniciar, hay que mencionar que durante la Colonia, época en que el catolicismo fue introducido en la Nueva España, los terremotos no eran considerados fenómenos naturales.

En el siglo XVII, los fenómenos se pensaban como castigos divinos, consecuencia de los pecados cometidos. Las campanas de las iglesias eran el modo de alarmar a la población, quienes inmediatamente comenzaban a rezar el padrenuestro o el avemaría. Una vez terminado el sismo, las personas calculaban su duración según la cantidad de oraciones pronunciadas.

Cabe mencionar que en aquella época la religiosidad era el núcleo de la vida social, ni siquiera existía una separación entre iglesia y estado. El tiempo se marcaba con las campanadas de las parroquias, había novenarios, vida conventual masiva y las instituciones educativas estaban diferenciadas de las religiosas.

De acuerdo al libro Los sismos en la historia de México, durante el siglo XVII se registraron aproximadamente noventa sismo, la mayoría de ellos en la Ciudad de México, misma que se construyó sobre un lago. Después de la capital novohispana, los hoy estados de Oaxaca, Chiapas, Puebla y Guerrero presentaron una gran actividad telúrica.

¿Cómo se vivían los temblores?

Cuando un sismo comenzaba, la población de la clase alta comenzaba sus oraciones, con lo cual medían el siniestro y se ponían en manos de Dios. Otras clases lo hacían de acuerdo a sus propios parámetros.

“El 7 de octubre de 1616 como a las dos horas del medio día, tembló la tierra y duró más tiempo que en cuanto podía rezar cuatro credos y luego esa noche volvió a temblar a las doce de la noche, duró como dos credos.”

Otro ejemplo escrito en las crónicas:

Se cayó una casa en la calle de Ortega y mató dos personas, tóquese plegarias en todas las iglesias.” La labor de los arquitectos era complicada en un suelo inestable, por lo cual las edificaciones eran bajas.

Otra forma de medir la intensidad era por los edificios caídos. Asimismo había una gran cantidad de santos a los cuales se les pedía, pero San José era el predilecto para pedir que ya no viniera otro sismo. Otros santos que competían entre sí para evitar sismos eran Felipe de Jesús y San Nicolás Tolentino.

Hoy día la gente raramente se arrodilla para pedir perdón por sus pecados y pedir que paren los temblores, las campanas han sido sustituidas por sofisticados sistemas de alerta y la magnitud se mide de forma científica. Sin embargo, la gente sigue rezando, pues ayer igual que hoy, el miedo a morir permanece.

México Desconocido

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