Apoyemos a los héroes

Siempre ha sido difícil ser empresario, quizá por eso muy pocos lo sean. Sin embargo, en épocas actuales emprender con éxito un negocio se ha tornado más riesgoso y complicado. No por nada la tasa de mortandad de los nuevos negocios es tan alta en México: dentro de los dos primeros años del inicio de sus operaciones y antes que se desatara el monstruo del Covid, el 70% de las empresas moría. Ahora debe ser peor. 

Y de ese 30% que sobrevive a los primeros años, si se mantiene con control familiar, tendrá un 95% de probabilidad de llegar a la tercera generación. La falta de un gobierno corporativo, la renuencia a la reinversión por parte de las nuevas generaciones y la resistencia al cambio son las principales razones del fracaso.

Aún con todo esto, las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMes) sacan la casta: aportan más del 40% del PIB y son las responsables de generar casi el 80% del empleo en nuestro país. 

Quienes emprenden un negocio son personas ejemplares y de gran valía social. Sus características deben ser aquilatadas y fomentadas por la comunidad: cuentan con una visión objetiva del negocio, con liderazgo nato, con capacidad organizativa y, sobre todo, con el valor para dar el paso decisivo.

Y digo que ahora es más difícil que antes. No son tiempos cordiales para los negocios en el mundo. Los paros causados por la pandemia del Covid han causado desequilibrios en muchos sectores. Los costos por fletes se han incrementado exponencialmente, lo mismo que los precios de los combustibles y de las materias primas. Luego siguió el desabasto de insumos elementales, como el de los chips, que trae en jaque a la industria automotriz y a toda su cadena de suministro, entre otras.

Estos desajustes han causado presiones inflacionarias y en una reacción natural, los bancos centrales de muchas economías están subiendo sus tasas de interés, incrementando con ello el costo del dinero y de los créditos para los emprendedores.

Todas las empresas en el mundo tienen un socio por obligación: el gobierno. Su porcentaje de participación en la utilidad varía en cada país y del régimen en el que se tribute. En México, ese socio se lleva aproximadamente una tercera parte de la ganancia, cuando la hay. 

Y ese socio, si bien no es capitalista ni operador, sí debe cumplir ciertas funciones. La principal es brindar un ambiente de certidumbre para que se desarrollen los negocios. Debe ser garante del cumplimiento de los contratos y de un respeto irrestricto al estado de derecho. Debe también asegurarse que exista seguridad, justicia, un esquema de libre competencia y la infraestructura óptima en comunicaciones y vialidades.

Debe ser sensible y empático a las circunstancias y a los tiempos. Debe ser un facilitador, no un obstaculizador, y entender que en la medida que se generen más empleos y mejor pagados se reduce la pobreza y las necesidades sociales. Debe ser el principal aliado de esos héroes emprendedores que tanto necesita México.

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