El propósito es repasar ideas por el Año Nuevo, solo me detengo un momento para desear que a México y a Coahuila les vaya bien luego de las selecciones y allende las elecciones, las de junio próximo.
Llega el 2024 y con él arrastramos desafíos mayúsculos del año viejo, y al tiempo, enfrentaremos nuevos retos que cambiarán nuestras vidas.
La vida no es sencilla de por sí, y los humanos nos las hacemos más difícil con actitudes, inclusive entre Familia y entre aliados de la existencia.
Los propósitos
No sé quién inventó la idea de que al cambio del año ha menester hacernos propósitos de cambiar, de mejorar, de competir pero con nuestra propia marca, con nosotros mismos para ser mejores personas y estar mejor en salud y en ganas de vivir… de vivir bien sin hacer daño.
Es sin duda una buena idea los propósitos, ponerlos altos también es bueno, según mi perspectiva, porque lo peor es no lograr la altura en las miras pero mejorar, sí. Otros expertos en dinámica y psicología dirán que una mira alta conlleva frustración y desánimo, pero metas cortas (cumplibles sencillamente), no nos desafían. Yo creo que si el propósito es ejercitarse, por ejemplo, puede empezarse con caminar, y luego correr (hay ejercicios de vida que van más allá de una caminadora y de una rutina).
“Un día a la vez” dicen los terapeutas ante una pérdida, ante una caída, frente al dolor intenso que se requiere para reparar desde el fondo la herida, pero el Año Nuevo no siempre es eso, el Año Nuevo es una fecha en el calendario; un parteaguas que marca tiempos gastados pero igual, los nuevos tiempos por construir.
Yo creo en el Año Nuevo de los propósitos, que frecuentemente tienen que ver con mejorar el cuerpo para estar sanos y de mejor humor; como creo fervientemente en la Navidad, como la oportunidad de renacer en nuestra alma y corazón, de alimentar el espíritu, de perdonar y reconciliarnos. De agradecer a Dios por la vida y sus maravillas, de agradecer a nuestros amores terrenales por acompañarnos, porque, en la ruta: ¡Amar es el sentido!
Cambiar
Estar atorados no es bueno, cambiar es la idea básica si queremos que algo sea distinto.
Cambiar cuesta, cambiar requiere de convicción y de tener ganas, y ánimo, y de amarnos a nosotros mismos para que el corazón se ejercite en amar a los demás.
Un cambio a veces solo requiere de abrir la ventana y refrescar el ambiente, mejorar el aire para respirar y oxigenar nuestra vida para, con la mente libre y despierta, mejorar la vida de los demás.
No se te olvide sacar la basura, es una conseja y hasta una orden que recibimos cada semana, y claro, se refiere a embolsar los desperdicios para que los recojan los encargados de esa labor (maloliente y tan útil); y así despejamos la suciedad. Pero… y la basura del alma, ¿cuándo la tiramos?
Cambiar es ir de un estado al otro, también entraña sustituir o reemplazar algo: transformación, conversión, variación, mutación, metamorfosis, modificación, transmutación, alteración, reforma, mudanza, renovación.
Una mudanza dice la RAE, mudarnos de estado de ánimo, ¿quizás?, de un mal humor o de necedades que dificultan el arduo camino de la vida y amargan las existencias. Mudarnos de voluntades torcidas, mudarnos del barrio tóxico para ir en pos de una morada serena, plena de amores y de labores.
Año Nuevo
Feliz Año Nuevo repetimos con ligereza ante el cambio del calendario, sin detenernos en saber que ya se nos fue otro año de la vida.
Deseamos felicidad al cercano o al que se nos cruza, sin entender que la felicidad no es un destino sino la forma de viajar, sin reparar en que para que los otros sean felices se requiere de nuestra colaboración, aunque en el extremo implique, cuando menos, el no joder al otro ni hacer daño a quienes amamos o con quienes viajamos.
Un mundo con tantas taras urge de cambiar, de mejorar, de santificarse. Empecemos por nosotros mismos. Feliz Año Nuevo.