Una roca extraña

Recién terminé de ver en Netflix una interesante serie que lleva por título el de esta colaboración, pero en inglés: “A strange rock”. En ella, ocho astronautas que pasaron meses, incluso años, fuera de órbita explican desde esa perspectiva circunstancias del planeta y de la vida.

Durante miles de años los seres humanos mirábamos hacia arriba y hacíamos las preguntas. Ahora, los astronautas miran hacia abajo y ofrecen las respuestas.

Más allá de la contemplación constante del maravilloso paisaje y después de darle la vuelta al Mundo cientos de veces, todos los tripulantes de los cohetes espaciales comparten un mismo sentimiento al regresar a la Tierra: las fronteras no existen, todos somos habitantes de un mismo vecindario.

Las mariposas monarca nacen de sus crisálidas en el norte de Estados Unidos y, para huir del Invierno, emigran hasta el sur de México y después regresan a su lugar de origen. Ellas no presentan documentos ni visas al cruzar la frontera. Lo mismo ocurre con las ballenas, las golondrinas y una infinidad de especies en el planeta. Esa migración a lo largo del tiempo ha sido condición indispensable para la existencia de la vida como hoy la conocemos.

De hecho, la migración de los seres humanos también ha contribuido al desarrollo de la humanidad. El peregrinaje de los primeros hombres permitió la población de los continentes, después, la transmisión de las ideas y los inventos. Incluso en la actualidad la migración sigue siendo una fuente importante de riqueza para los países que la permiten y fomentan.

Los inmigrantes son menos aversos al riesgo, son más propensos a iniciar un negocio y más proclives a levantarse y comenzar de nuevo. Como escribieron Senor y Singer en su libro Start Up Nation, “un país de inmigrantes es un país de emprendedores”. Los extranjeros en Estados Unidos son los creadores del 40% de las empresas listadas en Fortune 500 y son los ganadores de una tercera parte de sus premios Nobel.

La política antimigrante del presidente Trump es más una postura política que una convicción verdadera, pero no deja de convertirse una gran oportunidad para captar esos talentos que deambulan por el mundo en busca de oportunidades, como lo hacen Israel, Australia y Singapur, con programas especiales.

En México, desde siempre, hemos sido muy cerrados de mente y de leyes al respecto. Conseguir visas de trabajo para extranjeros puede volverse un viacrucis, a la vez que se les restringe enormemente para poseer inmuebles. La participación política para mexicanos no nacidos en México sigue siendo muy limitada.

Es tiempo de abrirnos al mundo y romper esos muros y paradigmas que nos aprisionan. Al fin de cuentas, todos somos inquilinos de la misma roca extraña.

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