Sembrando vida, coadyuva a mitigar el cambio climático y a recuperar el tejido social

Tras asumir el gobierno en 2018, el presidente López Obrador puso en marcha el programa Sembrando Vida, como uno de los programas prioritarios de su gobierno, con una inversión de 25 mil millones de pesos en el 2020 y 29 mil millones en 2021. 

Dicho programa tiene un doble propósito: combatir el cambio climático a través de la reforestación de regiones que sufren daños ambientales y combatir la pobreza, a través del empleo de la gente desfavorecida de zonas rurales. Se espera que  para 2024 se hayan plantado un millón de hectáreas con árboles  maderables, frutales y de especias. 

En este programa, que cuenta con el apoyo del Estado de Israel y empresarios israelitas, participarán más de 400.000 personas en 20 estados del país, con la intención de plantar 700 millones de árboles. La idea con los israelitas es aprovechar su  conocimiento  y  experiencia, en la transformación del desierto en campos fértiles.

No existe en el mundo un programa de esta naturaleza y nunca en la historia de México se había considerado reforestar ni siquiera la mitad de esa superficie; aunque hay que reconocer que en los últimos 50 años se han hecho esfuerzos importantes de reforestación y se han creado organismos e instituciones para llevar a cabo tales objetivos. 

Es importante señalar que la política forestal en México—en el siglo xx—partió de condiciones de deforestación en el territorio nacional. La primera Ley Forestal se emitió en 1926, y en el año 2003 se aprobó la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, la cual establece la rectoría de la Comisión Nacional Forestal –CONAFOR–  para la formulación y coordinación de la política de investigación forestal y el Programa Nacional de Investigación y Desarrollo Tecnológico Forestal. 

Aunque parezca difícil de creer, Luis Echeverría creó en 1972 el “Programa Nacional de Desmontes”, cuyo slogan era: “Que solo los caminos queden sin sembrarse”. El objetivo de este programa era abrir a la agricultura y ganadería intensiva, miles de hectáreas de lo que entonces se consideraba como tierra ociosa—la mayoría de bosques tropicales. Decenas de miles de hectáreas sufrieron el devastador paso de los enormes tractores Caterpillar D-9, que arrastrando descomunales y pesadas cadenas de acero, arrasaron a su paso árboles y matorrales, con el objetivo de convertir zonas forestales y montes, en terrenos de agostadero. El programa mencionado, que se inició en Tamaulipas, Veracruz, y San Luis Potosí, representó la más cruel de las acciones en contra del medio ambiente en nuestro país. 

En los últimos años, se han venido desarrollando en México, una serie de proyectos e iniciativas—con más o menos éxito— para fortalecer la capacidad de respuesta ante el cambio climático, a partir de actividades forestales a nivel federal, estatal y municipal. La Iniciativa de Reducción de Emisiones IRE busca proveer incentivos positivos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), al tiempo que se protegen los bosques, se conserva la biodiversidad y se mejoran los medios de vida de poblaciones indígenas y comunidades locales dependientes de los bosques y áreas urbanas. 

Uno de los programas más importantes fue el de “Solidaridad Forestal” promovido por Salinas de Gortari en 1992, a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), el cual pretendía plantar más de 250 millones de árboles en todo el territorio nacional.

Un ejemplo del fracaso de un programa forestal aislado es el de la ciudad de Saltillo, Coahuila, donde el alcalde Manolo Jimenez, se comprometió con la ciudadanía a plantar un millón de árboles durante su administración, sin tener ninguna planeación, ni identificación de áreas ni de especies y lo poco que se ha hecho está destinado al fracaso. 

Éstos y otros programas de reforestación tuvieron resultados muy pobres, debido a problemas técnicos, sociales y económicos.

El cambio climático es sin duda uno de los temas más relevantes de la actualidad, y es atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante largos periodos de tiempo. Nuestro planeta vive ahora por desgracia, una grave crisis climática y el calentamiento global preocupa por las consecuencias que puede tener, tanto para la humanidad, como para toda la vida en la Tierra. 

Debido a que todo en la naturaleza está relacionado, existe un vínculo profundo entre las grandes cuestiones globales y las pequeñas acciones de nuestra vida cotidiana, como son el consumo de energía, el tratamiento de los residuos, el uso del agua, etc. Con nuestro estilo de vida podemos ser parte del problema o de la solución. 

Con el programa Sembrando Vida, se ha reconocido la importancia de conservar, manejar y restaurar activamente los ecosistemas forestales y con ello los bienes y servicios ambientales que ofrecen, coadyuvando a mitigar el cambio climático, además de propiciar la regeneración del tejido social  

En el ámbito de las economías campesinas agroforestales, los resultados que veremos con el tiempo, serán sorprendentes. Por eso y mucho más, no debemos olvidar nunca, plantar árboles para contribuir a salvar el planeta.

Rodolfo Garza Gutiérrez
rodolfogarzag630@gmail.com

—————————————————————————————————————————————————————————————————————————
* “El contenido, conceptos y juicios de valor del presente artículo son responsabilidad del autor y no necesariamente son compartidos por la Edición, y/o los propietarios de este Periódico”.
————————————————————————————————————————————————————————————————————————– 
Compartir