Saltillo no es viejo

El 25 de julio, en 5 días, cumple Saltillo 442 años.

Tanto que celebrar. Los festejos ya iniciaron, con bombo y platillo (y eso es bueno).

Somos en esta capital un pueblo con muchos años pero en pleno despegue en desarrollo (viejos en edad, plenos en historia, pero muy verdes en desarrollo).

Y es que, a diferencia del vecino al norte, Monterrey, tan viejo como nosotros pero pujante tempranero y como Torreón, vecino al poniente, de una tercera parte de la edad de Saltillo, pero con un desarrollo comercial avanzado desde sus inicios. Saltillo se detuvo en el tiempo… no arrancaba. Solo que, de unos años a la fecha, da un salto cuántico y despega.

¿Fueron los alcaldes anteriores quienes no tuvieron la visión de llevar a Saltillo a otra dimensión (una más moderna), o estaba aprisionada esta ciudad por los intereses de los dueños de la tierra, la industria y la política y estos llevaban a la alcaldía a gente que siguiera su juego de poder (“todo lento para controlarlo”,  que controlaban los bancos, los clubes y el dinero)?  

Perdimos tiempo

No sé si tuvimos alcaldes maduros con ideas viejas, que nos faltó sangre nueva.

Está claro que perdimos tiempo y que hoy vamos muy rápido en el desarrollo de la ciudad, con efectos negativos por la prisa.

Desarrollo en desorden

Saltillo tiene muchos problemas y una buena parte, con dificultad de solución.

El PRI y sus dueños temporales, formaron colonias en el desorden. Primero llevaban a la gente a posesionarse de predios en sitios de ortografía compleja, para luego dejar a la autoridad (que muchas veces eran ellos mismos) que solucionara  el desorden con dinero público.

Tenemos una ciudad donde los arroyos originales que bajan de sur a norte la mayoría, fueron taponados, rellenados o desviados, por desviados fraccionadores irresponsables y cínicos. Y como el agua busca su cauce, siempre, se inundan tierras, se forman ancones y abras subterráneas, que se dimensionan en daños a viviendas y obras públicas. Y claro, los alcaldes van corrigiendo lentamente con cargo a la gente (nunca ha sido sancionado un  solo fraccionador ingrato).

Los arroyos están sucios, con crecidos árboles dentro. Ahí encuentras animales muertos, y muertos.

Las plagas son intolerables. Ratas al por mayor, millones. Ratones, garrapatas, piojos, pulgas y cualquier tipo de plagas del campo y del ganado que ya afectan a niños y adultos en lo urbano.

El agua, razón de la fundación de Saltillo, que saltaba natural y abundante desde el sur, hoy es deficitaria. Fue vendida a los españoles la concesión del agua, para satisfacer intereses políticos y financieros de unos cuantos ladrones modernos que son del PRI, (unos que no se quieren ir, y otros que están de regreso, incrustados en cunas políticas “con futuro”).

Hay pobreza en la ciudad y abandono en el campo. Mucho dinero para palear en algo esta indigencia social, es robado, ha sido robado por décadas, por los políticos. Y el voto del hambre, es un chantaje que enferma de rabia a los desprotegidos (que terminan votando “pero no botando”, a sus secuestradores políticos).

Hay mucha migración por nuestra tierra. No hay quién aquí en Saltillo que no pueda presumir de su sangre mestiza, de su ADN mixtado. Somos todos descendientes de migrantes y aun así, somos crueles y deshumanizados ante la migración (obligada, por hambre e inseguridad). La autoridad es fría y desprecia el tema y usa a sus policías para reprimir.

Es Saltillo la ciudad de los suicidas.

No creo que solo es falta de litio en los organismos (pero no hay quien ordene litio a la gente que lo requiere), puede ser más bien, falta de asideros (religiosos, espirituales, sociales, familiares).  Pero algo espantoso pasa aquí más que en cualquier otro sitio de México, de Latinoamérica, del Continente y quizás del mundo. El desprecio por la vida y la salida rápida por la puerta falsa, está siendo una costumbre fatal. Por un celular, por una decepción, por una pena o un problema, grande o chico, la gente en Saltillo se quita la vida.

La seguridad es un tema complicado. Ya no hay balaceras en la calle, presumen los encargados. Y tienen razón, ya no vemos la mugre que hay, pero la hay y mucha.

Cambiamos para mal, y es este un problema de años, no de ahora. De ser terreno de paso de droga, transitamos a una sociedad consumidora, a una ciudad donde las tienditas de barrio son ahora narcotienditas. La autoridad no se atreve a enfrentar el flagelo, no lo hará ya lo dejaron claro. Contendrán acaso el problema cuando se note, cuando se salga de control. Ellos, los políticos y los policías, tienen hijos (inaudito que no lo entiendan).

¿Podemos culpar a los medios por difundir noticias malas todos los días o son los políticos y los empresarios (aquellos cínicos y que privilegian el dinero fácil y corrupto) los culpables de que la gente de Saltillo esté desanimada y deprimida; somos acaso una sociedad egoísta y desestimada que no se protege ni a si misma?

Vacas flacas

Tenemos ahora un alcalde joven, por poco rebasa los 30 años.

No tiene la experiencia suficiente y sí, pertenece a familias con intereses en fraccionar y desarrollar la tierra. Pero trae ideas buenas, trae ganas y como tiene aspiraciones más grandes que él mismo, pues anda movido.

Le tocó a esta administración municipal una época de vacas flacas en presupuesto, una de un Moreirato ampliado que por sus intereses financieros tuerce el rumbo estatal llevándonos por veredas poco andadas y sinuosas, unas que todo conducen a sus callejones de negocios oscuros.

Un tiempo de la debacle del PRI, otro viejo con costumbres dinosáuricas y empecinado en el poder para poder. 

Una ciudad con crecimiento desordenado ¿Cómo explicarnos que, creciendo lento, no crecimos bien (en orden, sin tantos vicios, sin tantos brincos)?

Le toca a Manolo Jiménez Salinas  un tiempo histórico.

Uno donde el costo (que no el valor) de la tierra urbana en el norte de la capital, salta sin razón, de $1500 a $8000 pesos por un metro. Bueno, para los que venden (tenedores, herederos, especuladores, desarrolladores, fraccionadores) está muy bueno el negocio, pero no para tantos que compran. Es una “plusvalía” extrema, inadecuada, violentada.

Le tocó a Manolo una ciudad muy desordenada y con vicios de toda índole.

Una ciudad con ansias por la tierra, con colonias con problemas de fondo y complicadas.

Una capital con desarrollo reciente y descontrolado.

Una metrópoli con muchas necesidades y con políticos que quieren lucir haciendo obras caras e innecesarias.

Sin detraje pluvial por ser obra enterrada, con requerimientos de metrópoli como un centro de convenciones, pero con carencia social primaria en los extensos barrios pobres.

La gente se queja de un equipo en la alcaldía, muy joven e inexperto en puestos clave y otros muy viejos y mañosos en otros cargos relevantes. Por supuesto que hay gente honesta y capaz en ciertas oficinas. 

El alcalde es rico y de familias acomodadas (descendiente de políticos viejos y colmilludos y de fraccionadores y periodistas actuales). Pero no por ello tiene que ser favorecedor de los adinerados e indiferente a los miles de pobres.

Saltillo no es viejo

Saltillo no es viejo si no quiere serlo.

Ideas nuevas y sensibilidad social es un binomio que se requiere para quien gobierna esta gran ciudad.

Unos dicen que Manolo Jiménez sí tiene estas características. Yo, este descalificado escribiente, quiero creer que así es. (Hace tiempo quise conocer de cerca al edil, pero un dique de intereses me lo impidió, y luego, cuando quizás se podría, solo desistí.

Pensé mejor ver los toros desde la barrera (por cierto, debe este alcalde regresar los toros a Saltillo… “Sin Toros no hay fiesta y estamos de fiesta”. Así era en Saltillo y así debe volver a ser).

Para una ciudad que quiere ser y verse joven,  se necesita un alcalde con ideas nuevas: con carácter y energía (esas que da la juventud).  Con visión de futuro y sabiduría para enderezar entuertos y privilegiar estrategias (esas que da la madurez).

Un año y siete meses tiene Manolo en el cargo. Ya es tiempo de ver claro.

¡Felicidades Saltillo. 442 años, tan solo un  suspiro!

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