Paciencia, una virtud que ha sido olvidada

Los avances tecnológicos, la facilidad en las comunicaciones, la permanente conectividad, el afán de producir, la necesidad de competir y otros factores más, han hecho que vivamos a un ritmo vertiginoso en el que reina la prisa y lo urgente, provocando un alejamiento del imprescindible valor de la paciencia.

Todo lo queremos para “ya”, no existe la mínima tolerancia ni siquiera al corto plazo, y cuando algo no sale como lo esperábamos brota la impaciencia, llegando muchas veces a los límites del irrespeto hacia los demás.

La paciencia es…

Paciencia significa tener autodominio cuando no puede controlar la manera de actuar de una persona o cuando las cosas no salen como se quiere. Ser paciente es ser sereno y tolerante frente a las dificultades.

Tener paciencia significa esperar, soportar sin alterarse una demora o una situación molesta. Paciencia es perseverancia, es esperar el tiempo que sea necesario para terminar algo. Además, es la capacidad para hacer trabajos minuciosos o pesados.

La paciencia, además de ser un valor, es una forma de vida en donde prima la serenidad y el autocontrol. Es fortaleza para aceptar con calma el dolor y las pruebas que la vida nos pone para el continuo crecimiento interno.

Cuando se vive con paciencia, las situaciones adversas no nos alteran, pues como principio fundamental sabemos que una acción desesperada en ese momento puede causar una consecuencia desfavorable o no solucionar nada. La persona paciente tiende a desarrollar la capacidad para ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos. La paciencia nos lleva a afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente de uno hay que darles tiempo.

No sobra decir entonces, que la paciencia no tiene ninguna relación con la indiferencia ni con la pasividad.

Es necesario tener paciencia con todas las personas que nos relacionamos, pero, en primer lugar, con uno mismo. Aprenderse a auto-regular, es decir, respirar profundo y actuar de manera calmada y respetuosa, es una muestra de paciencia consigo mismo.

Cuando se es paciente con los demás, aprendemos a desarrollar la óptica positiva, valorando en mayor proporción las cualidades que los defectos de los demás.

La paciencia día a día

A lo largo del día, la vida pone a prueba nuestra paciencia; por ejemplo: un dolor físico o enfermedad leve, el excesivo calor o frío, el teléfono que no funciona o no deja de comunicar, el excesivo tráfico que nos hace llegar tarde a una cita importante, el olvido del material del trabajo, etc. Son las adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha de poner la paciencia.

La paciencia también nos lleva a desarrollar otros valores como la tolerancia, el respeto y la sana convivencia. La práctica de todos ellos nos trae increíbles beneficios para la salud mental y física, pues cada vez que sentimos un enfado, ira, ansiedad exagerada o sobresalto, el corazón se ve realmente afectado. La paciencia nos da esa tranquilidad interior para tolerar las situaciones, evitando así problemas físicos y mentales.

Principales características de la paciencia:

La paciencia nos enseña a saber esperar, a hablar de manera adecuada en cada momento y a callar cuando es conveniente, así como a evitar roces, silenciar cotilleos ajenos y los dolores propios, porque las lamentaciones y penas ajenas nublan el día, entristecen el corazón y descontrolan la paz.

La paciencia es un integrante importantísimo de las relaciones interpersonales. Entre los mismos padres, entre los padres y los hijos. Entre los jóvenes y los mayores. Entre los maestros y alumnos. Entre los empleadores y empleados y viceversa. Los hijos proporcionan una fuente inagotable de ocasiones, para ejercitar la paciencia e irles modelando, para su beneficio futuro.

La paciencia junto a la tolerancia origina que los matrimonios convivan en mejor armonía y evita que tomen sin pensar las decisiones transcendentales, lo que hace disminuir el número de probabilidades de los divorcios que muchas veces llegan a las primeras dificultades, sin todavía haber tenido tiempo de madurar.

La paciencia no tiene que conllevar el esperar indefinidamente, ni pasar por alto situaciones insoportables. Tiene que haber un equilibrio entre paciencia, tolerancia, justicia y segundas oportunidades. La paciencia no impide rebelarse, cuando sea necesario, contra los agresores personales o contra los que atacan a las cosas o instituciones queridas.

La paciencia si se fomenta y usa bien, ayuda a la adquisición de otras virtudes importantes para la vida cotidiana, a la obtención de los objetivos programados, a formar la integridad de los padres y de los hijos, a sobrellevar la tristeza y los sufrimientos físicos o mentales, a templar el carácter, a soportar los infortunios y sufrimientos ligeros o pesados y a hacernos más tolerantes, generosos, diligentes y dispuestos con los demás.

La paciencia da equilibrio y vigor a la personalidad, nos hace más tolerantes, comprensivos y fuertes para soportar los contratiempos con mucha más fuerza y sin lamentaciones.

La paciencia produce la mayoría de los éxitos de los inventores e investigadores ya que les permite alcanzar el triunfo a base de repetir y repetir los ensayos corrigiendo y volviendo a empezar tantas veces como sea necesario hasta conseguir los objetivos.

La paciencia permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos, evitando caer en la desesperación por las prisas, sin previamente haber escuchado y razonado antes de actuar

lafamilia

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