¿Los toros en México están más protegidos que los bebés en el vientre de sus madres?

La reciente prohibición de parte de un juez federal de las corridas de toros en la plaza de toros más grande del mundo, ubicada en Ciudad de México, ha despertado la polémica: ¿están estos animales mejor protegidos por la justicia mexicana que los bebés humanos en el vientre de sus madres?

A inicios de junio, un juez federal determinó la suspensión definitiva de corridas de toros en la Plaza México de Ciudad de México, que tiene capacidad para alrededor de 50 mil personas y es considerada la más grande del mundo dedicada a la tauromaquia.

Según recoge la prensa local, el juez dijo en su fallo que “la sociedad se encuentra interesada en que se respete la integridad física y emocional de todos los animales porque son seres vivos que conforman los ecosistemas y, por consiguiente, contribuyen con servicios ambientales que resultan esenciales para el ser humano”.

Este fallo solo aplica a la Plaza México, no a otros centros taurinos de la capital mexicana. Un proyecto de ley para prohibir las corridas de toros se encuentra actualmente en discusión en el Congreso de Ciudad de México.

Cinco de las 32 entidades federativas del país han prohibido las corridas de toros.

Al mismo tiempo, Ciudad de México permite el aborto a pedido hasta las 12 semanas de embarazo desde 2007. Otros siete estados mexicanos han aprobado legislaciones similares en los últimos tres años.

Desde septiembre de 2021, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha declarado inconstitucional que se blinde la vida desde el vientre materno en las legislaciones de tres estados mexicanos.

Además, la Suprema Corte avaló la NOM-046, que permite que las niñas mayores de 12 años pueden solicitar directamente el aborto en las instituciones de salud sin necesidad de ninguna denuncia, sino solamente con una solicitud asegurando “bajo protesta” (NdR.: bajo juramento) que el embarazo es producto de una violación.

Los animales están más protegidos que los niños por nacer en Ciudad de México

Para el P. Hugo Valdemar, sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México, “hoy por hoy, en la Ciudad de México están más protegidos los animales que los niños por nacer”.

“Cualquier ciudadano puede ser penalizado por maltratar o matar a los animales, pero no por cometer un crimen tan horrendo cómo es el aborto. Es más, se promueve y se facilita, lo cual habla de una sociedad que se ha deshumanizado”, expresó.

El P. Valdemar, que durante 15 años fue director de Comunicaciones de la Arquidiócesis de México, dijo que con fallos judiciales como el de la Plaza México “lo que pareciera ser un signo de humanidad y civilización, como es la defensa de los animales, en realidad es una deshumanización, porque el amor a los animales y su defensa es proporcional al desprecio de los seres humanos”.

El sacerdote subrayó que “el trato y la relación con una persona siempre implica más compromiso, un amor que no es solo sentimiento sino responsabilidad y sacrificio, que es lo que una sociedad egoísta y descristianizada no está dispuesta a hacer”. 

“Se han multiplicado las plazas donde son sacrificados seres humanos”

En un artículo titulado “Toros y vida humana”, el P. Eduardo Hayen Cuarón, director del semanario Presencia de la Diócesis mexicana de Ciudad Juárez, lamentó que mientras la Plaza México “cierra sus puertas para los aficionados, al menos quince lugares –entre clínicas y hospitales– continúan realizando abortos legales a las mujeres que lo demanden”.

“Se ha cerrado la plaza de toros más grande del mundo -lugar del sacrificio de animales– y se han multiplicado las plazas donde son sacrificados seres humanos inocentes”, criticó.

El P. Hayen Cuarón indicó que “se calcula que durante 76 años –desde su inauguración en el año 1946–, la Plaza México ha visto morir alrededor de siete mil cabezas de ganado bravo; en cambio desde que se despenalizó el aborto en la Ciudad de México, hace 15 años, alrededor de 250 mil vidas humanas han sido sacrificadas”.

“El dato comparativo de cantidades de muertes de animales y de personas no nacidas lo pongo en la mesa para aquellas personas que consideran que las vidas humanas y las de los animales tienen el mismo valor”, dijo.

“Si esas personas que son tan sensibles al bienestar animal fueran más sensatos –abortistas y animalistas– se horrorizarían de la diferencia de la cifra. Pero no es así. A ellos les duele más el sacrificio de un animal que el de un ser de su propia raza”, lamentó.

Para el sacerdote mexicano, abortistas y animalistas “tienen un concepto muy bajo de sí mismos, tan bajo que consideran a los animales como seres iguales o superiores al hombre”.

El P. Hayen Cuarón subrayó que “hay un abismo de diferencia entre sacrificar un toro y dar muerte a un ser humano. Por más cabezas de ganado que sean, nunca valdrán juntas lo que una sola vida humana”.

“La vida animal es sólo vida sensitiva. La vida humana, en cambio, es vida sensitiva pero, sobre todo, espiritual. Es la espiritualidad o racionalidad la que hace que la vida del hombre tenga un valor incomparable”, explicó.

¿La Iglesia Católica prohíbe o permite las corridas de toros?

Tanto el P. Valdemar como el P. Hayen Cuarón coincidieron en que en la Iglesia Católica no hay actualmente una postura definitiva con respecto a las corridas de toros.

Si bien San Pío V prohibió asistir a estos eventos en 1567, su sucesor, Gregorio XIII, retiró la prohibición.

Sin embargo, precisó el P. Hayen Cuarón, “el punto de controversia en la Iglesia sobre las corridas de toros nunca fue el maltrato animal, sino las numerosas muertes de seres humanos que había en los ruedos”.

“Pío V argumentó la prohibición diciendo que la Iglesia estaba llamada a alejar de los fieles los peligros del alma y del cuerpo”, dijo, señalando que “el Concilio de Trento había prohibido los duelos entre cristianos bajo pena de excomunión, justamente por exponer la vida de una manera tan banal”.

“El mismo argumento se utilizó para prohibir los festejos taurinos. Era la vida del hombre la que se defendía y se exaltaba, y no la vida del toro”, subrayó.

Aciprensa
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