Preferimos las pasiones a las razones, es evidente que tenemos una reiterada aberración a los procesos que son suplidos por intenciones, ánimos y quereres. Así las recetas de cocina, que deben ser procesos objetivos y racionales, se vuelven en embrujos pasionales al agregarles motes como: cucharadita, tantito, pizca, punto de, sazón de, entre otros.
Lo que queremos y nos apasiona alcanzar enfrenta su primer obstáculo cuando dicta las acciones a hacer, en México también decimos “las acciones a seguir”. Podemos soñar y desear mucho y es cuando se quiebra el sueño en pequeños pasos, que se vuelven metas, las metas obtienen piernas y se avanza en un camino para alcanzarlos. Se inicia un proceso, porque el éxito es un proceso y no un suceso.
La Reforma Judicial sigue su curso ocupando la palestra política y graduando a opinólogos cuyo expertisse media entre las justas olímpicas y la dación de justicia. Lamentablemente muchos confunden su opinión con una conclusión que nos lleva a determinar que la charla está cerrada, pero eso es otro boleto.
La reforma al Poder Judicial, entre muchos cambios muy interesantes tiene uno que resulta bastante atractivo para quien considera que el éxito no es un proceso sino un suceso. La elección directa de jueces y magistrados. Actualmente se realiza mediante una elección indirecta siendo propuestos o ratificados por alguno de los poderes constituidos. Aunque la elección de jueces es algo común en otros países, la tecnicidad del poder judicial lo vuelve difícil de implementar. Nuestro sistema parte de la ley, que es escrita y acumulativa como un sistema cuyos principios de interpretación deben tener coherencia. Si el derecho fuese solamente el resultado de la interacción humana en el momento y el espacio, es decir la costumbre actual el ojo social del que conoce la vida sería suficiente, pero necesitamos el ojo analítico del que conoce como se describe la vida, entre letras y normas. Si antes la carrera judicial era un proceso de exámenes, años, saberes y seguramente negociaciones, hoy puede ser un suceso, de un día a otro puedes ser el nuevo juez, si obtienes del pueblo justo y sabio su dádiva.
La complicación de un escenario así, con un modelo de elecciones tan costoso como el que tenemos, porque la desconfianza cuesta, ha enfrentado a los diversos actores políticos para justificar como habrá de costearse la elección de jueces y magistrados a lo largo y ancho del territorio nacional.
El Presidente López Obrador ha sugerido, con algo de ironía espero yo, que la elección puede ser realizada con una tómbola, como en su momento se hizo para elegir a los candidatos de MORENA. La palabra tómbola la tomamos del italiano que proviene de un verbo para expresar: caer rodando, tal y como lo hacen los números de un sorteo. De ahí provienen también vocablos como “tumbar” que quizá sea la conclusión de una idea tan desangelada.
Confío que la presidente electa Claudia Sheinbaum, desde una perspectiva científica, que es eminéntemente procesal, comparta una visión progresiva del desarrollo como el resultado de acciones continuadas, reiteradas y ordenadas a fin de mantenerlo en el tiempo. Dejar a la suerte es una salida emocional, que trae alegría pero no éxito.