La muerte con alegría

El 2 de noviembre es un día muy especial en la cultura mexicana. El ser humano, por naturaleza, le teme a la muerte, a lo desconocido, a la falta de certeza de lo que nos espera en el más allá. Pero a diferencia del resto del mundo, los mexicanos transformamos ese miedo en alegría, celebrando el día dedicado a la muerte con una gran fiesta y burlándonos de ella al recitar ingeniosas “calaveritas”. 

Le damos forma vistosa y alegórica representándola con la Catrina, esa bella figura surgida del genio de José Guadalupe Posada, nombrada así por el célebre Diego Rivera y que se ha convertido en nuestra embajadora más allá de nuestras fronteras. Las fiestas, actividades y atuendos de la época están llenos de sentimiento y simbolismos.

El delicioso pan de muerto que compartimos y disfrutamos es fruto de la fusión de la cultura prehispánica y la española, solo que antes de la llegada de los colonizadores se fabricaba con harina de maíz. Su forma circular hace referencia al ciclo eterno de la vida. La figura superior que embellece la parte externa del pan representa el cráneo y el corazón de los difuntos, y las laterales sus huesos y las lágrimas vertidas por los deudos.

El altar de muertos se distingue por su colorido y por contar con los retratos de nuestros difuntos sobre un mantel blanco y rodeados de calaveritas de azúcar. En una mezcla entre lo divino y lo profano, los elementos presentes también cuentan con significados poderosos. La vela encendida guía el alma del ser querido, quien en su visita se deleitará con sus platillos y bebida favorita, regularmente algún tequila o mezcal. En el petate descansará, la cruz de cenizas expiará sus culpas y el copal limpiará el ambiente y el lugar, adornado con papel picado. El agua mitigará su sed y la sal la purificará.

La flor de cempasúchil se distingue por su belleza. Es un símbolo de la vida y la muerte, y su presencia en las festividades, en los cementerios y principalmente en los altares es de gran importancia, ya que se cree que su color emula al sol y su aroma sirve de guía para que las almas lleguen sin contratiempos al banquete que se las ha preparado.

Los cementerios se saturan. Y no es que recordemos a nuestros seres queridos que han fallecido únicamente en estas fechas, a ellos los llevamos siempre en el corazón y mientras vivamos, ellos vivirán en nosotros. Vamos a los panteones porque queremos ser parte de esta celebración tan arraigada para los mexicanos.

Y es así precisamente como los mexicanos enfrentamos la vida: crecemos ante la adversidad y nos levantamos de la tragedia. Vivimos el duelo intensamente para luego transformarlo en alegría. Sabemos que la muerte no es opcional sino inevitable, por eso, en lugar de acongojarnos por ella la internalizamos y la hacemos aliada.

Sigamos así, viviendo intensamente estas fechas con nuestra familia, haciendo partícipes a nuestros hijos, alentando y disfrutando de nuestras tradiciones, identidad y del orgullo de ser mexicanos.

¡Feliz día de muertos!

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