La corrida bancaria y el votante en 2024

En estos días, el sector bancario de Estados Unidos ha sufrido niveles de volatilidad e inestabilidad que pudieran contagiar al resto de la economía y provocar una crisis financiera global.

La punta del iceberg es el Silicon Valley Bank (SVB), un banco especializado en empresas tecnológicas y “startups” y que era, hasta hace apenas unas semanas, el banco número 16 por tamaño de activos en Estados Unidos (US$220,000 millones, un 50% más que BBVA Bancomer en México). Los principales depositantes del SVB eran empresas que cuentan con importantes cantidades de efectivo proveniente de rondas de financiamiento con fondos de capital privado. Es decir, estos depositantes no son individuos, sino empresas que no manejan sus niveles de efectivo en tesorería conforme su operación evoluciona, sino que su nivel de efectivo es relativamente alto y será “quemado” en gastos de operación, mercadotecnia, investigación y desarrollo, que permita validar el concepto de la empresa y eventualmente, si todo sale bien, lograr una empresa sostenible con utilidades que proporcione un rendimiento significativo a los fondos e inversionistas que financiaron su lanzamiento y fases de crecimiento. Los ejecutivos del SVB enfrentaron una tormenta perfecta combinada con varios errores garrafales: el dinero que recibieron de sus clientes fue invertido en instrumentos con una duración o plazo relativamente largo a fin de obtener una tasa de interés más competitiva; cuando la inflación y las tasas de interés empiezan a subir, esas inversiones de SVB pierden valor, lo que generaba una pérdida en papel (no realizada) para SVB.

Cuando algún depositante iba a SVB a retirar su dinero, el banco se veía obligado a vender esos instrumentos con una pérdida (ahora sí realizada). Los ejecutivos tratan de reducir riesgos buscando capital adicional, pero su estrategia de comunicación fue desafortunada. En algún momento se corre el rumor (hay quienes señalan a Peter Thiel, legendario inversionista del sector tecnológico, como el que gritó “fuego”, ya que él pidió a todas sus empresas retirar el dinero en dicho banco) de que SVB tiene problemas para reembolsar el dinero a sus clientes y eso genera pánico entre sus cuentahabientes que van y retiran su dinero, magnificando una espiral mortal para el banco; esto provoca la intervención de las autoridades para evitar que se propague la desconfianza en bancos que pudieran sufrir una corrida bancaria (bank run) mortal y ocasionar una crisis sistémica. Lo que era una historia de éxito se convierte, en cuestión de días, en una crisis que todavía no sabemos si ya tocó fondo. En resumen, un depositante va a un banco de su confianza y entrega su dinero a cambio de un recibo que dice que el cuentahabiente recibirá una tasa de interés y puede regresar en cualquier momento a recoger su dinero. En condiciones normales, un banco mantiene ciertas proporciones de efectivo disponible, instrumentos de inversión a distintos plazos y una cartera de préstamos. Sus depositantes no llegan en masa a retirar su dinero, a menos de que exista algo, un episodio, o una sensación de pánico que cambia su forma de actuar, generando los ingredientes necesarios para una corrida bancaria. 

Durante la Gran Depresión en Estados Unidos (1929-1933) y los años posteriores, unos 9,000 bancos quebraron (cerca de 2,000 solo entre 1929 y 1930), muchos de ellos por corridas bancarias, a raíz de rumores sin sustento sobre la salud financiera del banco. Una vez que los depositantes perdían la confianza, el pánico tomaba el control. Largas filas de individuos pedían su dinero, haciendo que los bancos tuvieran que liquidar instrumentos con pérdidas importantes hasta que no había más remedio que declararse en quiebra. Actualmente hay cerca de 5,000 bancos en Estados Unidos, comparados con los 50 que hay en México (hablando de carteles, pero ese es otro tema).

¿Qué podemos aprender del episodio de SVB y su corrida bancaria? Claramente, la pérdida de confianza, aderezada con los ingredientes adecuados, puede terminar no solo con un banco o una empresa, sino con cualquier proyecto. México ha visto presidentes “defender al peso como un perro”; “no permitir que la Patria se le deshaga entre las manos”; prometiendo “bienestar para tu familia”; decirnos que “viviríamos mejor”; quien “nos lo firmaba y nos lo cumplía”; o el de hoy que nos ofreció “un cambio verdadero”. A final de cuentas, todos esos políticos y sus partidos parecen no darse cuenta de la falta de credibilidad que tienen y cómo sus acciones (o inacciones) generan que el “cuentahabiente” (votante) dude en depositar su efectivo (voto) en sus bóvedas. Siguen actuando como si nada pasara y como si unos fueran aún mejores que los otros, cuando en realidad tienen poco (o nada) que mostrar como rendimientos de esos votos (depósitos) que llegaron a sus manos. Creen que los votantes no tenemos memoria, como si hubieran dado rendimientos. Mientras que SVB tomaba dinero de corto plazo y lo invertía a largo plazo, nuestros gobernantes han tomado votos de largo plazo y los han mal invertido en visiones de muy corto plazo.

Deben darse cuenta de que están a punto de una corrida democrática, de la que puede no haber regreso.

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