La anarquía y la indefensión

Vivimos en la época del caos, la cruel pandemia ha desatado la ingobernabilidad, el que puede arrolla al débil, todos estamos a merced del abuso del más poderoso y al margen de cualquier defensa.

El transporte público manda al diablo los protocolos establecidos por las autoridades de salud y del mismo gobierno estatal, la norma dictada para el transporte colectivo es que deberán operar al 50 por ciento de su capacidad, no obstante, circulan abarrotados, saturados, atiborrados de pasajeros, quienes tras largas esperas, hacen lo que sea por llegar a su trabajo y evitar sanciones o bien llegar a su casa para continuar con la jornada del hogar y atender a sus hijos.

El comentario anterior no es nada nuevo, al menos en Saltillo, a nadie sorprende que los operadores y sus jefes, los concesionarios hagan exactamente lo que les viene en gana, lo que les ofrece mayor ganancia y las autoridades municipales, simplemente dan la espalda.

Según el Plan Municipal de Desarrollo: “Una ciudad inteligente es aquella que coloca a las personas en el centro el desarrollo y de la planificación, de acuerdo con una visión de largo plazo. Es aquella que coloca en el centro de la planificación al sistema de transporte público”…(p. 216) el mandato que se autoimpuso el actual Ayuntamiento ha resultado ficticio.

Los protocolos establecidos entre las autoridades municipales y los concesionarios del transporte, no se cumplen: Que los autobuses podrían operar únicamente al 50% de su capacidad, mentira. Que habría inspectores para verificar que se cumplan las normas acordadas, mentira. Que en los taxis y autos privados los usuarios y operadores harían uso del cubrebocas, guardarán la sana distancia, que ofrecerían gel antibacterial, mentira. Las unidades de transporte de personal de trabajadores, solo cumplen con la exigencia del uso de cubrebocas, el resto lo omiten, agréguele otra mentira.

Lo mismo o aún peor actúan los bancos, los clientes se ven obligados a acudir temprano, una o hasta 3 horas antes de la apertura, hacer fila y permanecer bajo el ardiente sol y mantenerse hasta 3 o 4 horas para llegar a las cajas las que son atendidas por solo 2 cajeras o hasta una, las que ante las quejas  responden, “yo no mando aquí” y es cierto, las gerencias han enviado a su casa a cientos de empleados y explotan impunemente a los que resultaron elegidos para continuar  ocupados.

El abuso de los bancos es doble, manejan el dinero de sus clientes y los atienen mal, cada vez peor, ahí las autoridades no vigilan que se apliquen los protocolos en favor de los clientes, la nueva normalidad es sacrificar a los que los mantienen.

Por otro lado, los estudiantes ejidales, pasan las de Caín para realizar sus estudios de primaria o simplemente no los hacen; los que viven en los ejidos de Ramos Arizpe y Saltillo por no mencionar los de otros municipios, no podemos más que imaginar que muy probablemente perderán el año escolar, sin maestros, sin internet lo más seguro es que detengan sus estudios.

Los padres de familia en los ejidos  son tan pobres que les es imposible pagar transporte o darles de comer está fuera de su alcance, pero ni los gobiernos municipales ni el estatal se hacen cargo de ellos; está sucediendo en Piedras Negras en donde una madre de familia, abandonada por su pareja, suplicó a las autoridades que recogieran a sus hijos de 5, 3 y 2 años, la mujer de 20 años denunció que el padre de los niños se fue desde que la pandemia inició.

Como puede verse la situación es terrible, dramática, la crisis es cruel con los invisibles, la gente muere, si no por contagio del Covid-19 por hambre u otras enfermedades.

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