Jorge Fuentes: La Puerta del Cielo

 

Un hombre como todos, humano y falible. Un arquetipo el de Jorge Fuentes, moral, decente y entregado a Dios.

Jorge, sin duda alguna, de La Puerta al Cielo, traía la llave. Y esa siempre ha sido atribución exclusiva de San Pedro.

Su andar fue entre libros. Su Familia fue y es de libros. Su propia colección, su saga editorial es basta y es testimonial.

Que mejor testimonio que tu propia vida puesta en contexto, con tus renglones en tus libros. 

Jorge tenía sus modos y sus formas. Tozudo a veces y dócil otras, pero su camino era recto porque nunca dudó a dónde ir y fue descubriendo cómo llegar.

Médico y maestro

Aprendía porque tenía hambre de abrevar conocimiento y enseñaba porque tenía vocación de maestro.

Construyó con Tere una dupla formadora de almas y modeladora de vidas. Siempre fiel a la simiente católica incursionó en matrimonios católicos al servicio de la Iglesia y de la comunidad.

Una buena, culta y cristiana Familia formaron Tere y Jorge, porque su matrimonio fue humano y humanista. Sus hijos y nietos se parecen tanto a ellos y eso es muy bueno.

 Sabia, Jorge Fuentes, que era apreciado y querido, respetado y seguido por tantos. Quizás no se dio cuenta de que su congruencia era su mayor herramienta al servicio de los hombres, en su fe. Quizás no advirtió que era admirado hasta por quienes lo criticaban.

Hecho a mano

No se si por ahí traía Jorge un sello de hecho a mano, pero con él o sin él, era único e irrepetible.

Que si Jorge competía sin admitir, con Armando su hermano, no se, pero creo firmemente que Catón debió mas de cien veces pensar en imitar la inflexible convicción cristiana de Jorge y de remedar su vida austera y desprendida.

Y no pretendo hablar bien de uno y mas bien del otro, son brillantes e imitables los hermanos Fuentes Aguirre (Jorge, Armando, Odila y Carlos). La herencia cultural de esa Familia de saltillenses, deja huella indeleble en el ánimo social.

Se fue, Jorge

Se fue Jorge, se fue silente, austero y discreto.

Y es que aun con ciertos aleteos de plumas de pavorreal que por elegantes distraen y por su volumen se atoran, Jorge volaba de rama en rama siempre escalando al Cielo.

Un sitio, allá, En Lo Alto, debe estar reservado para Jorge Fuentes Aguirre. Y seguro que, sin distracción alguna y jubiloso, ¡ha emprendido el Santo Viaje de la Eternidad!

¡Descansa en Paz, Jorge. Doctor de almas y maestro de doctores!

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