Gracias a la gratitud

En esta sección durante las últimas semanas hemos estado tratando de promover un cambio de percepción y actitud, que priorice lo positivo sobre lo negativo, que nos haga regresar a las bases de la esencia del ser humano y a resignificar nuestra escala de valores, en la que, para nosotros la gratitud implica una fuerza extraordinaria para nuestra estabilidad, armonía y paz.

En más de una ocasión hemos expresado que, en lo que las personas nos enfocamos, termina convirtiéndose en una realidad, bajo la premisa de que la percepción es realidad.

Por ejemplo, en el trabajo con adictos llega un momento de bifurcación que señala dos caminos: uno de victimización, quejas, lamentos y resentimientos que eventualmente ocasionará que se siga atrapado en el consumo o se recaiga en el mismo y, otro de gratitud, aprendizaje de las experiencias pasadas, alegría y un despertar de la consciencia que puede sentar las bases para una sobriedad duradera.

Al igual lo vemos en la cotidianeidad como un todo, por ellos nos gusta hacer analogías entre el camino de la recuperación de adicciones y la vida misma, con sus altibajos.

¿Eliges ser una persona llena de amargura, resentimientos y odios? ¿O prefieres ser una persona agradecida, útil y feliz? ¿Te quedas con lo bueno de cada circunstancia o siempre estas buscando “el prieto en el arroz”?

Viktor Frankl, en su libro “El hombre en busca de sentido”, que es uno de los pilares dentro de la logoterapia, nos narra de una manera fascinante historias de sobrevivientes del holocausto de Auschwitz, en la segunda guerra mundial, que justo a través de la tragedia, hallaron su propósito existencial.

Lo que actualmente vivimos como planeta derivado de la crisis por el Covid19 y sus consecuencias, está distante de asemejarse a los horrores de la guerra y sus devastadoras repercusiones en las sociedades que las han padecido, aunque en realidad el reajuste en el sistema de salud mundial, los estragos financieros que el aislamiento preventivo ha traído y la vulnerabilidad en la que se ha observado a la especie humana ante un virus pequeño pero expansivo y letal, por supuesto que está causando efectos múltiples cuyos alcances e implicaciones aún no conocemos del todo.

¿Queremos ser como los sobrevivientes del modelo de Frankl, darle un sentido a nuestras vidas y experimentar la tan multicitada resiliencia? ¿O somos de los que estarán buscando culpables permanentes, hipótesis de confabulación de la raza humana y cualquier cantidad de quejas y lamentos para hundirnos en la ansiedad, la depresión y la neurosis, por citar algunas posibilidades?

Es ahí donde toma sentido todo el discurso de que uno es lo que elige ser y de que la vida la creamos nosotros cada uno a su manera y naturaleza.

Como en las películas de cine, dos personas que van juntas y están en butacas contiguas, cada una puede darle un significado diferente de acuerdo con su propio bagaje. Así es la vida.

Somos lo que nos alimentamos materialmente, hablando de ingredientes de lo que comemos, como también somos aquello con lo que nutrimos nuestros pensamientos y emociones.

Por ello el ingrediente nutricional de la gratitud es fundamental en nuestra opinión, en el desarrollo de las personas.

Gracias a la gratitud, casi de manera milagrosa, podemos transformar nuestras vidas completas.

Algunas técnicas de meditación como el ho’oponopono están basadas en cuatro palabras: lo siento, perdóname, gracias, te amo. A pesar de los escépticos, millones de personas han aprendido esta técnica y le han dado un cambio a sus vidas.

De igual forma, la propuesta del libro “La Magia” de Rhonda Byrne, autora de “El secreto”, le otorga a la gratitud poderes mágicos capaces de cambiar el estado de ánimo, la percepción y la forma de nuestras vidas, aprendiendo a co crear nuestra realidad, como se experimenta de manera práctica en varios de los ejercicios derivados de esta lectura y que sugieren 28 días para aprender a cambiar nuestro entorno a través de la palabra mágica, gracias.

Lo que para unos entra en el campo del desarrollo espiritual, el coaching, esoterismo y otros calificativos, quizás cuestionado para algunas religiones, en realidad no es más que la base de los muchos tratados teológicos de la humanidad que han demostrado resultados, empaquetados de diversas formas, a lo largo de nuestra historia.

Para otros son efectivas herramientas terapéuticas que en nuestro convulsionado mundo actual, cada vez son más necesarias.

Al igual que alguna vez se cuestionó el plan de las 24 horas de los alcohólicos anónimos, en el famoso solo por hoy, que muchos veían como un modismo, habrá quienes duden de que la gratitud pueda ser tan poderosa como lo estamos comentando. En ambos casos, la mejor forma de salir de dudas es probándolo.

Yo podría compartirles que acabamos de terminar a través de la maravillosa tecnología del whatsapp, un ejercicio grupal llamado “Reto de 28 días de gratitud 2020”, que nos pareció no solo funcional, sino mágico y maravilloso.

En nuestro caso, además de materializarse deseos expresados y co creados, gracias a la gratitud, encontramos eslabones que estaban perdidos y que eran muy importantes en la cadena completa llamada la alegría de vivir.

Resumiría esta idea que tiene por supuesto mucha profundidad, como un ejemplo diario al que casi todos hemos estado expuestos alguna vez y está tan de moda en tiempos pandémicos. ¿Nos enfocamos en las víctimas del Covid19 o nos enfocamos en los sobrevivientes que son mucho más?

Más allá de cuestionar a las autoridades sanitarias mundiales, federales o locales y de afirmar que ésta es la peor tragedia de nuestra época contemporánea y debido a los malos gobiernos el mundo entero se va a hundir, mejor demos las gracias quienes seguimos vivos, hemos estado intactos por el virus, tenemos qué comer, vestido y una casa en la que refugiarnos y dormir.  Sin dejar de ser solidarios con quienes han tenido pérdidas, demos gracias y busquemos una nueva realidad.

https://www.milenio.com/opinion/omar-cervantes/la-alegria-de-vivir/gracias-a-la-gratitud

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