El enemigo común

Sin duda la noticia que acaparó la atención la semana pasada fue la publicación bianual del estado que guarda la pobreza en México por parte del Coneval. Los resultados no fueron nada alentadores. La pobreza y la pobreza extrema, esa que es la más lacerante, crecieron en varios puntos porcentuales, lo que se traduce en millones de personas que se suman a esa condición de vulnerabilidad.

En este espacio no hablaré de las causas de esos resultados, creo que están suficientemente discutidas, sino de la forma en que se mide la pobreza en México ¿Cuál es la línea divisoria que diferencia una familia pobre de otra que no lo es? Es importante tenerlo claro, para saber a dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos. 

Cuando hablamos de pobreza pensamos inmediatamente en un nivel de ingreso. Sin embargo, la pobreza, y sobre todo como la mide el Coneval, va mucho más allá de eso. Incluso, la medición de pobreza que realizan organismos internacionales, como Banco Mundial, la CEPAL o la OCDE, se realiza de forma más laxa, centrada exclusivamente en el ingreso de las personas, por lo que la medición resulta muy distorsionada.

El Coneval la mide de forma multidimensional, ponderando seis carencias. Quienes adolezcan de tres o más, y tengan un nivel de ingreso insuficiente, se consideran pobres extremos. Quienes padezcan una o dos, se consideran pobre moderados. Las carencias son:

  1. Alimentación: no solo se refiere a quienes no pueden completar sus tres comidas al día, sino para aquellos que no comen nutritivo, suficiente y variado.
  2. Educación: menores de entre 3 y 15 años que no estudian o mayores de esa edad, sin educación básica obligatoria.
  3. Salud: quienes no tengan acceso a medicinas y atención médica inmediata, ya sea por no contar con recursos, por no tener seguridad social, por distancias o por desconocimiento.
  4. Seguridad Social: aquellos que no cuenten con esta prestación que les genere un sistema de ahorro, una posibilidad de jubilación o pensión, atención de su salud o el beneficio de guardería para sus hijos.
  5. Calidad y espacios de la vivienda: que la familia viva en una casa con piso firme, paredes y techos con materiales adecuados, y que no padezcan hacinamiento. 
  6. Servicios básicos de la vivienda: que la casa cuente con agua potable entubada, drenaje sanitario, electricidad y combustible adecuado para cocinar. En caso de ser leña, deberá contar con chimenea.

 

Es evidente que la sola transferencia de recursos no es suficiente para combatir la pobreza, sobre todo si el dinero se utiliza para fines distintos a mitigar las carencias, y que los programas sociales y las intervenciones dirigidas siguen siendo indispensables para mejorar los indicadores.

Si bien los gobiernos son los principales responsables de orientar las políticas públicas en ese sentido, la realidad es que combatir la pobreza es tarea de todos. Volvamos a las estrategias inclusivas que han dado resultado en el pasado y demos la batalla contra el enemigo común de los mexicanos.

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