El condominio como reflejo de México

Los últimos días del año que apenas terminó, tuve la fortuna y privilegio de pasar unos días en una playa de México, con mucho tiempo para absorber, observar y pensar. Antes que nada, no hay que olvidarnos de que México es un país maravilloso, a pesar de todas las malas noticias (reales y exageradas) que nos han rodeado por años (o décadas) y de lo bien o mal administradas que están nuestras ciudades, estados y país entero. La comida y la excelente actitud de quien recibe a los viajeros (excepto el señor prepotente de la SAGARPA en el aeropuerto que me quería revisar solo por hablar español y estar esperando a mi hijo mientras el SAT -o el ejército, o la Guardia Nacional, o todos juntos- le hacía una revisión “aleatoria” de llegada) no tienen igual. La infraestructura de esta ciudad de playa (como en casi todo el resto del país) se encuentra al nivel de hace más de quince o veinte años y claramente rebasada desde hace más de diez. Quienes hablan de las oportunidades del “nearshoring” para México no parecen tener en cuenta que no hay carreteras, aeropuertos, puertos, puentes, infraestructura en general y, tal vez, ni voluntad, suficientes para soportar un aumento significativo en la actividad económica. Pero ese será tema para otra columna. Por ahora me gustaría platicarles de cómo la convivencia en un condominio me hizo pensar en cómo ese microcosmos es un reflejo muy fiel de cómo funciona (o no) el país.

Piensen en un desarrollo de cientos de departamentos en esta playa de México en el que hay dueños, quienes rentan por semanas o meses y quienes son invitados (mi caso). Es común que esos desarrollos, en una playa o en una ciudad, se organicen como condominios. Un condominio es una comunidad de propietarios que funciona en casos cuando varias personas físicas o jurídicas son propietarios de manera conjunta de un determinado bien y a cada uno se le atribuye una parte indivisa (o cuota) de dicho bien. Así, se nombra un administrador y un consejo o directiva que representa a los dueños y es quien cobra cuotas, hace pagos en nombre del condominio, da mantenimiento a las áreas comunes, contrata seguridad, define reglas y procura la buena convivencia entre vecinos o condóminos.

Aunque la figura de condominio aplica para desarrollos de todos tipos y niveles, en este caso estamos hablando de un condominio que yo describiría de clase media alta, con todo el rango de ocupaciones, currículums, niveles de ingreso o riqueza, que ese segmento pudiera representar en México. Sin temor a equivocarme, podría apostar que el perfil promedio de los dueños del condominio, fuera de los extranjeros y los dueños hippies, es similar al perfil de quienes vimos en las fotos y videos de las marchas en defensa al INE hace no muchas semanas. Es más, en el estacionamiento vi dos autos con calcomanías de #ElINENoSeToca. Creo que si en ese condominio se hiciera una votación entre condóminos y renteros mexicanos para definir si AMLO se queda o se va, no me sorprendería que 80% o más quisieran mandar a AMLO ya a su rancho en Chiapas. Me parecen una muestra muy representativa de quienes se quejan a diario de lo mal que está México, del asalto a las instituciones, de la corrupción, de la falta de orden en el país, de la 4T, de las mañaneras. Pero son ellos mismos quienes creen que está bien fumar puro en un área común por horas, sabiendo que no a todos sus vecinos les gusta el olor del puro; quienes improvisan un cenicero en un recipiente usado de sopa Maruchán para después dejarlo olvidado; quien lleva sus propias cervezas a la alberca, pero “olvida” las latas vacías; quienes usan un asador con carbón cuando está explícitamente prohibido; quien se estaciona en un lugar que no es el suyo; quien reserva una cancha y simplemente no llega. Y al mismo tiempo, quien administra está rebasado; aplica algunas de las decenas de reglas (de todo tipo), en ciertos momentos, a ciertas personas, sin consistencia alguna; ve como muchos hacen lo que quieren, actuando como dueños de todo, mientras solo son, si acaso, dueños de una pequeña parte. 

Así parece estar (no) funcionando México. Con ciudadanos que se sienten (¿nos sentimos?) merecedores de todo, pero responsables de nada, solo por ser “dueños” de un cachito de este maravilloso país. Esperando que se aplique la ley y se haga justicia, pero en los bueyes del compadre. Que las cosas mejoren sin poner un gramo de esfuerzo o atención de nuestra parte. Sin ser capaces de reconocer el esfuerzo de quienes te dan un servicio, o los derechos de tu vecino. Si no somos capaces de comportarnos civilizadamente con vecinos de un condominio, seguir reglas básicas de convivencia entre nuestros pares, ¿qué podemos esperar cuando llevamos el experimento a nivel colonia, ciudad, estado o nación? Cómo he dicho antes aquí, no nos ponemos de acuerdo entre amigos o familiares para pedir una pizza y queremos transformar el país a través de consensos o mesías de todos colores y sabores.

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