El bloqueo contra México

Como ya es costumbre, el presidente López Obrador nos volvió a recetar uno más de sus temas calibre “caja china”. El presidente se ha vuelto experto, casi mago, en el manejo de la caja china, plantando en el debate nacional temas que distraen, que no tienen profundidad, que si acaso impactan marginalmente la vida de los mexicanos y que definitivamente no atienden el supuesto objetivo (plasmado como lema de su campaña) de “por el bien de México, primero los pobres“, mucho menos el de hacer que México crezca como podría crecer. En esta ocasión fue su referencia al embargo (que algunos llaman bloqueo) a Cuba por parte de Estados Unidos. Estoy convencido de que lo que ha hecho Estados Unidos con Cuba es ridículo y hasta inhumano, especialmente por haberlo sostenido por más de seis décadas ya, en un mundo que es muy distinto al de Kennedy y con un argumento oficial tan frágil e hipócrita como lo es “la falta de democracia y la falta de avance en derechos humanos” (¿alguien ha visto cómo es la relación entre Arabia Saudita y Estados Unidos?), mientras en su comunicado oficial de este año aseguran “estar del lado del pueblo cubano y seguirán buscando formas de proveerle apoyo significativo”. Con Obama hubo un cierto acercamiento y descongelamiento de la relación bilateral de Estados Unidos y Cuba, pero Trump y Biden regresaron al endurecimiento, con pocos argumentos razonables y con la eterna confusión de cómo tratar a Cuba ante los ojos de los cubanos exiliados que ahora viven en Estados Unidos y que representan un bloque sorpresivamente poderoso e influyente, en distintos lugares, pero especialmente en Florida. 

Me parece que el régimen cubano, ese que personajes que van desde Salinas de Gortari hasta AMLO han admirado, arropado, alabado e idealizado, ha sido un desastre y hacia allá se dirigen otros como Venezuela y Nicaragua (también admirados por AMLO). Tal vez aquel “comes y te vas” de Fox a Fidel no sea la diplomacia que el mundo necesita, pero sí engloba lo que debería ser el trato normal a dictadores bananeros, o en nuestras ciudades el trato a políticos nefastos, corruptos e inefectivos que llegan a sentarse a la mesa de al lado en un restaurante esperando trato de celebridad. Es un hecho que la política americana del embargo no ha podido, en 60 años, hacer nada para remediarlo, y más bien endurece las condiciones en las que (sobre)viven muchos cubanos y le dan al régimen un enemigo claro que se convierte en una excusa para doblar la apuesta en cada oportunidad.

AMLO tiene razón en cuanto a que el embargo es ridículo y usa el tema para mantener ese golpeteo constante contra Estados Unidos que su ideología amorfa le obliga a sostener. Sin embargo, no debería ponerse en el plan de condenar cosas que no puede controlar cuando no es capaz de atender las cosas que sí caen bajo su influencia y poder como presidente de este país. Por ejemplo, el verdadero embargo (hasta bloqueo) es el que existe desde ya hace varias décadas en México contra los mexicanos en temas de competencia económica; o en temas de procurar políticas económicas que nos arrojen más que un 2% de crecimiento económico anual sostenible, cuando bien nos va, y que sigue generando más pobres; o de cambiar el perfil de quienes nos gobiernan y nos quitemos a personajes del estilo Bartlett, Gertz, Gamboa, Moreira o Manlio que han demostrado que dieron lo que tenían que dar y NO dejaron un México mejor; o de procurar seguridad en las calles del país y reducir la impunidad. AMLO se monta en el balcón de su palacio a encontrar un par de astillas en ojos ajenos, pero no se da por enterado de las vigas que trae en el propio. Así, nos sigue demostrando que lo suyo no es gobernar, sino seguir en esa campaña eterna sin aparentemente darse cuenta de que él ya es gobierno, que él tiene el poder y los medios para cambiar sustancialmente las condiciones y el futuro de millones de mexicanos con algo más que rollo y con algo más que cheques que vienen de un pozo que se agota tan o más rápido que los mantos acuíferos y petroleros del país.

Es momento que ese movimiento que dice estar buscando una transformación de México abra los ojos y se entere que por cuatro décadas y cuatro años México ha sido víctima de una especie de embargo generado desde adentro, con políticas insuficientes para generar competencia, para crecer el tamaño del pastel, para procurar equidad en una economía que crece y para elevar el nivel de ingresos y la cantidad de oportunidades que los mexicanos aspiran a tener durante su vida. Que para eso se es presidente. Pero no, es mucho más fácil escupir a los aviones y gritar a los molinos de viento, que hacer una lista de lo que no funciona, entender sus causas y proponer soluciones distintas. Urge actúen como si fueran un gobierno y un movimiento que SÍ quiere un México mejor.

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