El barómetro Duarte

César Duarte, ex gobernador de Chihuahua, regresa extraditado a México justo a tiempo para convertirse en un barómetro que nos indique, tal vez de la manera más clara posible, de qué están hechos la oposición y la 4T de AMLO. Por algún motivo, ha pasado relativamente desapercibido este tema que merece mucha más atención de comentaristas, de políticos, de funcionarios, pero especialmente, de la población. Al señor Duarte se le acusa de delitos que a pocos sorprenderían que la mayoría de los gobernadores mexicanos de los últimos 40, 60, o 100 años hayan hecho… y que a muy pocos se le han probado. Dicen que hasta se quedaron cortos en el expediente, gracias a la “eficiencia” del sistema judicial mexicano y a pesar de los serios esfuerzos que hizo Javier Corral, gobernador de Chihuahua que sucedió a Duarte. Un mexicano promedio, de cualquiera de los estados del país, seguro tendrá en mente a un gobernador o ex gober con merecimientos y perfil dignos de un expediente similar al de Duarte. En resumen, el señor Duarte representa el prototipo del político de ese sistema que funcionó como relojito por décadas en el México postrevolucionario, del “superPRI“, de un PAN que decía acabaría con el PRI y su corrupción, pero que no supo, quiso o pudo hacerlo, aun cuando tuvieron el poder por 12 años. Un PAN que se desdibujó con el poder y que le hizo flaca justicia a la memoria de Gómez Morín, de Maquío, de Luis H., de Carlos Castillo, de Barrio. El PAN se empezó a mimetizar con el PRI desde la crisis de 1995 y después muy temprano en el sexenio de Fox, cuando el presidente decidió repartir, enarbolando la bandera del federalismo, más recursos y poder a los gobernadores. Pocos o nulos casos de verdadero combate a la corrupción con Fox y con Calderón; gobernadores que adoptaron, arroparon o pactaron con el crimen organizado, que hicieron obras de relumbrón, que endeudaron a sus estados de manera criminal y que robaron a manos llenas. No nos hagamos tontos, todo mundo sabe de las propiedades y de los intereses de tantos y tantos exgobernadores que por un lado repartían dinero público a su partido y por otro se hacían de propiedades a lo largo y ancho de su estado y en el extranjero (especial y escandalosamente en el caso del PRI), al amparo del presidente en turno. 

La cadena de delitos de Duarte apunta, con mucha claridad, a Peña Nieto y al PRI y este caso representa la verdadera oportunidad de AMLO de demostrar que NO hay tal pacto de impunidad con Peña y que, en la supuesta transformación de su gobierno, las escaleras verdaderamente se barren de arriba para abajo y que esa frase de que “la corrupción está prohibida” es más que otro de esos tuits mañaneros huecos. Por otro lado, por algún motivo no se escuchan comentarios del asunto Duarte de parte de los “Claudios X’s” y similares, o de los partidos y asociaciones que pretenden unificar a la oposición. ¿Cómo podemos percibir positivamente a una supuesta “alianza opositora” que no busca justicia en un caso como este? Lo que es peor y alarmante, es que a la menor mención de que Duarte representa ese pasado partidista mafioso que todo indica algunos quieren reinstaurar, hay conocidos en nuestras redes sociales que lo ven como un voto de confianza a la 4T o a AMLO y se envuelven en la bandera anti-4T para justificar o barrer bajo el tapete la triste realidad que las docenas de “Duartes” representan para México y por los que hemos perdido 40 años de oportunidades para hacer cosas mucho mejores con el país.

Si con Duarte hacen como que hacen a nivel federal y/o estatal, entonces se habrán quitado lo que queda del disfraz de gobierno que busca transformar o de oposición (que tiene el poder en Chihuahua, por ejemplo, con una “panista” de credenciales y perfil que dista mucho de aquel PAN de Maquío, de Barrio, de Corral) que dice ya entendió. Es una oportunidad para ambos lados de mostrar de qué están hechos, sin importar que Duarte, el priista, pedía en Twitter, desde Miami, que la gente votara por Maru, la del PAN, para “reestablecer el Estado de Derecho y respetar el debido proceso”. Tristemente, creo que no pasará gran cosa, que la 4T hará como que hace, que el gobierno de Chihuahua encontrará la forma de entorpecer el caso y los ciudadanos nos daremos cuenta, otra vez, que el país ha cambiado tanto en 40 años que el cambio fue de 360 grados (acabamos donde mismo) y seguimos en manos de los rufianes de siempre, ahora con camisetas distintas, jugando en el mismo equipo y repartiéndose el botín que ellos consideran suyo. Una confusión total de quién es quién. Gobernadores del PRI operando para AMLO, mientras el partido dice estar en alianza con el PAN y el PRD, y panistas de alcurnia, como Santiago Creel, con lapsus mentales comparando a Morena con “las peores épocas del PRI” corrupto pero que hoy es su aliado porque “ya está democratizado”. Y aquí es donde cabría ese meme de los 4 hombres araña apuntándose entre ellos.

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