El amor hacia nuestros padres e hijos

El amor, es un sentimiento muy profundo que experimentamos desde pequeños, hacia nuestros padres. El amor fluye de padres a hijos, y de hijos a padres. Como padres, podemos sentir que damos todo lo que podemos a nuestros hijos, y lo hacemos lo mejor que sabemos. Como hijos, podemos sentir a veces que lo que nuestros padres nos dan no es suficiente. Qué aún nos podrían dar más de lo que nos dan o nos han dado.    Somos imperfectos, lo queramos o no

Somos seres imperfectos, en todas nuestras facetas de la vida, esto quiere decir, que no es posible, hacer las cosas siempre bien. Nos vamos a equivocar tarde o temprano, aunque no lo queramos. Como padres, como hijos, como niños y como adultos.

Como hijos, nos cuesta aceptar los errores de nuestros padres, porque de pequeños pensamos que son perfectos. Cuando nos damos cuenta que no lo son, nos podemos llegar a enfadar, y seguir esperando que nos den algo que no hemos recibido… ( más cariño, afecto, atención…).

Cuando no aceptamos lo que nos han dado nuestros padres, nos hacemos pequeñitos, y nos desvitalizamos. Cuando no aceptamos que las circunstancias fueron las que fueron, hay una parte de nosotros que no puede estar tranquila. Y entonces, vamos buscando aquello que no nos dieron nuestros padres, en otras personas, (parejas, amigos, otros familiares) y vemos que tampoco es suficiente.

Un hijo, no puede escoger, siempre va a querer a los dos padres por igual

Como hijos, estamos hechos 50% de nuestra madre y 50 % de nuestro padre. Aunque hayamos vivido momentos difíciles, heridas incurables o hechos irreconciliables, que nos han hecho rechazar a uno o ambos de nuestros progenitores, secretamente los queremos igual.

Hay un amor profundo que nos mueve, y nos inunda, hacia los dos. Eso, quiere decir, que independientemente de si tenemos relación con nuestros padres o no, podemos llevarlos a los dos en nuestro corazón. Aunque no los hayamos conocido, aunque hayan hecho algo terrible. Esto no quiere decir, que hayamos de justificar sus actos, no.

Lo único que quiere decir, es que gracias a que nuestros padres se juntaron una vez, nacimos. Gracias a ellos estamos con vida. Y sólo por eso, ya los podemos llevar en nuestro corazón. Por tanto, si le damos a un hijo  escoger entre uno u otro lo hará, pero en secreto sin que muchas veces sea consciente, va a amar a ambos por igual.

Aceptar que lo que nos dieron es suficiente

Cuando nos hacemos adultos, tenemos dos opciones, aceptar lo que nos dieron nuestros padres, es suficiente, o no aceptarlo. Si no lo aceptamos….. decimos y nos sentimos así:

«Esta noche habéis venido en sueño y me habéis dado unas cuantas monedas. No sé si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué material estaban hechas, si eran de un metal precioso o no. No importa, porque me siento vacía, lastimada y herida. Vengo a decirles que vuestras monedas no son buenas ni suficientes. No son las monedas que necesito ni son las que merezco ni las que me corresponden. Así que no las quiero y no las tomo, aunque procedan de ustedes y me lleguen a través vuestro. Con ellas mi camino sería demasiado pesado o demasiado triste de recorrer y no lograría ir lejos. Andaré sin vuestras monedas.Y los padres que, como todos los padres, empequeñecen y sufren cuando no tienen el reconocimiento de sus hijos, aún se hicieron más pequeños.(…)

Se retiraron, disminuidos y tristes, al interior de la casa. Con desazón y congoja comprendieron que todavía podían dar menos a este hijo porque ante la dificultad para tomar y recibir, la grandeza y el deseo de dar se hacen pequeñas y languidecen.Guardaron silencio, confiando en que, con el paso del tiempo y la sabiduría que trae consigo la vida, quizá se pudieran llegar a enderezar los rumbos fallidos del hijo.(…)

En cambio, si aceptamos lo que viene de nuestros padres tanto lo que nos gustó, como lo que no nos gustó, tanto las alegrías como las penas, tanto lo fácil como lo doloroso, entonces y sólo entonces también podemos dar a nuestros hijos mucho más.

«Esta noche habéis venido en sueños y me habéis dado unas cuantas monedas en mis manos. No recuerdo si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran monedas de un metal precioso o no. Pero no importa, porque me siento plena y contenta.Y vengo a deciros gracias, son suficientes, son las monedas que necesito y las que merezco. Así que las tomo con gusto porque vienen de vosotros. Con ellas seré capaz de recorrer mi propio camino.

«Al oír esto, los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se sintieron aún más grandes y generosos. En su interior sintieron que aún podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de recibir amplifica la grandeza y el deseo de dar. Así, dijeron: — Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y personal. Son para ti.

Entonces este hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico y pudo dejaren paz la casa de sus padres. A medida que se alejaba, sus pies se apoyaban firmes sobre la tierra y andaba con fuerza. Su cuerpo también estaba bien asentado en la tierra y ante sus ojos se abría un camino claro y un horizonte esperanzador.»

psicoemocionat/ (…) Joan Garriga/ Fragmento del libro: ¿Dónde están las monedas?.

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