Cruzada del corazón.

Según estudios México se encuentra “dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE”; comparado con 23 países, México muestra “el mayor nivel de concentración de ingreso, ya que “el 1% de la población más rica le toque el 21% del ingreso total” y, por si esto fuera poco, el país ocupa “el lugar 95 entre 168 países del índice de percepción de corrupción a nivel mundial y el 11 entre los 22 países de América Latina”.

Aldea de tramposos
Existe un viejo cuento entre los judíos que ejemplifica lo que pudiera estar sucediendo en México:

Una aldea se preparaba para celebrar el año nuevo. “Se convino que todos los habitantes deberían de contribuir con una botella de vino poniendo su contenido en una gran olla que estaba ubicada en la plaza del pueblo. De esta manera, en la noche de Año Nuevo, todos tendrían la oportunidad de beber.

Llegado el día, a la media noche, los ancianos abrieron los grifos de la olla, invitando a todos a compartir el vino, pero cuando iban a brindar ¡o gran sorpresa! ¡Todas las copas tenían solamente agua! Cada persona en la aldea había tenido la misma tramposa idea: si todos mis vecinos traen vino, nadie se dará cuenta si pongo en la olla una botella de agua en lugar de vino, de esta forma me voy a divertir sin gastar”.

Historia paralela
Dice la Biblia que Jacob, hijo de Isaac, tenía un hermano mellizo llamado Esaú, mayor por cuestión de minutos, por tanto, el primogénito y heredero por ley de Isaac.

Esaú era un hombre agreste, regido por sus apetitos, un tanto bruto y práctico. Era un cazador. Por otro lado, Jacob (quien se dice nació tomado del talón de su hermano) era pensativo e ingenioso.

La historia cuenta que un día, Esaú vuelve a su casa sin haber cazado nada. Jacob se encontraba cocinando unas lentejas y el hambriento de Esaú le pide un poco de alimento. Jacob accede, no sin antes negociar el plato de lentejas por la primigenia de Esaú.

Esáu pensó: “¿de qué me va a servir un derecho de primogenitura si me muero de hambre hoy?” Y entonces accede al trato. Jacob consigue lo que quiere mediante la trampa y la astucia. Es un hombre que alcanza sus metas mediante la mentira, lo que no puede conseguir por nacimiento o por la fuerza (de ahí el nombre de Jacob: embustero, tramposo).

Pasa el tiempo, Isaac envejecido y ciego decide pasar el liderazgo a Esaú – su hijo preferido -, Jacob, nada tardo ni perezoso, aprovecha que su hermano no se encuentra se viste con la ropa de de Esaú para ser bendecido. Logra engañar a su padre logrando así la herencia mayor.

La huída
Pero la mentira dura muy poco. Esaú llega y desenmascara a su hermano. Pero, según la tradición, una vez dada la bendición no puede haber marcha atrás. Esaú, enojadísimo, amenaza de muerte a Jacob, quien se ve forzado a huir a la casa de su tío paterno, Labán, quien vivía en otro país.

Con Labán Jacob se encuentra con la mismísima horma de su zapato. Es donde se transforma dejando de de ser Jacob, “el embustero” a Israel, “el que lucha con Dios”, es ahí donde verdaderamente crece y madura, dándose cuenta que no es conveniente alcanzar las metas mediante el engaño y la trampa, sino mediante el sacrificio y el trabajo.

La horma de su zapato
Labán era mil veces más tramposo que Jacob: Cuando Jacob desea casarse con Raquel, una de las hijas de Labán, se da cuenta que no tiene dinero para pagar el precio que la Labán espera por la novia. Entonces Jacob se ofrece a trabajar gratuitamente con su tío por espacio de siete años. Pero, en la noche de bodas, Labán tramposamente hace que su hija mayor, Lía, mucho menos hermosa, sustituya a Raquel. A la mañana siguiente Jacob descubre el engaño y confronta a Labán, pero éste le contesta: la hija menor no se puede casar antes que la mayor: es la ley.

Jacob, ahora engañado, recibe un trago de su propia medicina. Él mismo se vio reflejado en la conducta de Labán. Sin escapatoria, acepta esperar otros siete años para casarse con Raquel. El embustero de Labán triunfa: logra 14 años fecundos de trabajo de Jacob, quien acrecienta sus rebaños por mucho. Labán había logrado su cometido al haber descubierto la debilidad de Jacob: su amor por Raquel. Y entonces dispuso de esta pasión para engañarlo y explotarlo.

Resistir
Sin duda Jacob se armó de coraje, pero también de esperanza. Él jamás abandonó la idea de resistir por el amor de su vida; de hecho, tardó catorce años para construir su familia.

Finalmente Jacob huye de esta situación de explotación, aprendiendo que el Dios de la Justicia lo había acompañado y guiado durante todo ese tiempo.

Ese mismo Dios que pareciera han olvidado, si no matado, la mayoría de los responsables de llevar a México al desarrollo, la igualdad y la justicia. Pareciera que muchos de ellos no solo están ciegos y sordos, sino también poseen un corazón de hierro.

Tierra de labanes
Estas dos historias se asemejan a lo que acontece en México, parece que la mayoría de los legisladores y gobernantes vierten agua en lugar de vino, engañan como “labanes” a sus gobernados, sin ponderar los graves resultados que su cinismo y comportamientos provocan al país, especialmente a la juventud. La impunidad, la corrupción, la desigualdad, la violencia y la inseguridad son, en parte, efectos de esta realidad.

Como dice Kushner: “así como se cree a los mentirosos sólo porque la mayoría de la gente dice la verdad, los tramposos cuentan con la honestidad (o por lo menos con la ingenuidad, o esperanza, apunto yo) de los demás para que sus engaños tengan éxito. Las buenas personas esperan que los demás actúen como ellas, en tanto que los “labanes”, del mundo esperan ser los únicos con viveza y crueldad suficientes para llevar a cabo sus engaños. Si todos actuáramos así, todos terminaríamos siendo tan infelices como los demás. Es posible que las buenas personas no generen titulares de periódicos por su buen comportamiento, pero cada voto a favor de una sociedad decente cuenta”.

Deuda moral
Cultivar la ética y la justicia que de ella emana, amar la verdad y estar dispuesto a defenderla, cultivar el carácter y respetar los principios morales debería ser el testimonio a legar a las nuevas generaciones para que México progrese y sea menos desigual y más justo; pero parece que muchas personas (especialmente en el ámbito político, aunque no exclusivamente), optan por la irresponsabilidad, el nepotismo, el soborno, la calumnia, la negligencia, la corrupción, y actúan sin escrúpulos a la hora de apoyar sus intereses personales: son como ladrones, como labanes, personas que siempre tendrán una deuda moral con el país y las generaciones futuras de sus propias familias.

Por eso:
Ojalá que esta temporada abone a la reflexión y al cambio de actitudes, que sirva para hacer “a favor” de México, para comprender que el deseo y la ambición humana no conoce límites, pero que el país y la gente menos afortunada si lo tienen (ya andamos recogiendo flores en el borde de un terrible precipicio).

Ojalá, también, que esta época navideña valga para que todos entendamos que cuando un mexicano se desvía del camino para tender la mano al prójimo, cuando le cede el paso a su semejante, está contribuyendo con todo México.

México requiere de cruzadas que nazcan del corazón de cada ciudadano que eviten que, individualmente, seamos como “el tío Labán”; cruzadas del corazón que impidan que el país continúe albergando impunemente a “labanes”, a personas abusadoras, cínicas, manipuladoras, mentirosas y corruptas.

Desde el corazón abandonemos al Jacob embustero, desigual y tramposo. Desde ahí mismo, transformémonos en el Jacob renacido, fuerte, esperanzador y resiliente. Ojalá lleguemos a eso…

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