Coahuila en tiempos de los Moreira

Declaro sin ambages que intentaré describir brevemente la situación económica y social del estado en tiempos de los Moreira, comprendiendo los 17 años de las tres últimas administraciones, incluida la de Riquelme, en curso. Siendo innegable la connotación política del artículo, me valdré de la información más objetiva a mi alcance.

Aunque me gustaría que fueran verdaderas las encuestas a que se ha aficionado el gobernador donde se describe a Coahuila como Jauja, lo cierto es que la realidad dista mucho de esa visión idílica. Veamos.

Según INEGI, la tasa anual de la actividad económica estatal del Trimestre I de 2022 respecto del mismo periodo del año anterior fue de -2.8%, derivada de la contracción de las actividades secundarias (-1.9%), terciarias (-3.8%) y del aumento de las primarias (1.7%). La caída solo fue mayor en Campeche (-6.4%) y Aguascalientes (-3.9%). Con esto se ubicó en el último lugar de la zona norte, que promedió 2.5% de crecimiento, por arriba del 1.63% de la variación nacional, después de Baja California Sur (12.1%), Sonora (5.5%), Chihuahua (4.1%), Baja California (3.6%), Sinaloa (2.5%), Tamaulipas (2.4%) y Nuevo León (1.5%).

Sin embargo, la caída en el rubro no es reciente. Con datos del INEGI se aprecia que el crecimiento económico del estado ha promediado apenas un 0.05% en los últimos 5 años, colocándose en el lugar 21 de los 32 estados.

No se ha recuperado el nivel previo a la pandemia, pues la actividad económica de la entidad en el Trimestre I de 2022 se ubicó 1.3% por debajo del Trimestre I de 2020. Esto se explica en parte por la enorme caída del PIB estatal durante el año álgido del Covid-19, que fue de -11.3%, solo superada por Quintana Roo (-23.5), Baja California Sur (-23.3), Tlaxcala (-12.2) y Nayarit (-11.5).

Durante el periodo de Humberto Moreira (2006-2011), la actividad económica se mantuvo en los márgenes bajos del promedio nacional de los gobiernos neoliberales, con un crecimiento de 2.68%, que descendió a 2.38% con Rubén Moreira, para caer a -5.6% como suma de los cuatro años cumplidos de Riquelme, lo que augura un sexenio de marcado decrecimiento, de los peores en el país. Esto se ha traducido en una reducción del porcentaje de participación de Coahuila en el PIB nacional, de 3.48% en 2003 a 3.29% en 2020, cuando Nuevo León pasó de 6.40% a 7.78%.

Considerando la notoria exigüidad del crecimiento económico en los últimos cinco años, el impulso mayor ha provenido de las exportaciones, que en 2021 ascendieron a 53,522 millones de dólares, el 12.2% de las nacionales, solo después del 13.3% de Chihuahua. Por el contrario, las actividades productivas vinculadas al mercado interno han permanecido estancadas.

Por supuesto que el desempeño económico es un fenómeno multifactorial, pero una de las causas decisivas tiene que ver con la gestión de los gobiernos estatales, quienes han estado muy limitados por el crecimiento exponencial de la deuda pública contratada por ellos mismos, sobre la que nunca se ha proporcionado a los coahuilenses información clara y comprobable.

Según el reporte de la Secretaría de Finanzas del gobierno del estado del 3 de agosto de 2022, la deuda pública directa al 31 de julio de este año fue de 38,401 millones 265 mil pesos, más 369 millones 305 mil pesos de un crédito PROFISE, dando un total de 38,770 millones 570 mil pesos, monto que no incluye la deuda a proveedores.

De acuerdo al Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), quien se basó en datos de la SHCP del cuarto trimestre de 2021, la deuda pública de Coahuila ascendió a 39,685 millones de pesos, correspondiendo 39,527 al gobierno estatal (99.6%) y 158 a los municipios (0.4%), que representó el 5.9% del PIB al cierre de ese año, solo detrás de Chihuahua (7.7%), Quintana Roo (7.6%) y Chiapas (6.3%). Tal monto equivalió al 75.0% de los ingresos totales, solo después de Nuevo León (76.9%), y al 188.5% de las participaciones federales, enseguida de Nuevo León (206.5%) y Chihuahua (200.1%). La deuda per cápita fue de 12,303 pesos, cifra 2.5 veces mayor al promedio subnacional de 4,912 pesos.

De 2011 a 2021 el gobierno de Coahuila pagó poco más de 49 mil 105 millones de pesos por concepto de deuda pública, a razón de 4,464 millones de pesos por año, y de tal cifra, aproximadamente el 84% se destinó al pago de intereses. En 2022 se presupuestó una erogación de poco más de 5,674 millones de pesos para su pago, representando casi el 10% del presupuesto anual de 56,888 millones de pesos.

Es sintomático que en el presupuesto de 2022 se haya destinado algo más de 3,588 millones de pesos a inversión pública, equivalente al 6.30% del presupuesto total y al 63.23% del pago de la deuda pública. Entonces, todos estos años la liquidez ha estado muy comprometida, reduciendo las capacidades de inversión en infraestructura productiva y proyectos de bienestar, con vistas a mejorar las condiciones de vida de los coahuilenses mediante la generación de empleos bien remunerados y el financiamiento de los programas sociales.

Cierto, Coahuila ocupa el 4º lugar nacional con menor pobreza, pero de 2018 a 2020 se agregaron 34 mil personas a sus filas, y están por contarse los pobres de la pandemia.

La tasa de desempleo en el segundo trimestre de 2022 fue de 4%, por arriba del 3.2% del país, solo detrás de Tabasco (5.7%), Ciudad de México (5.4%), Querétaro (4.3%) y Estado de México (4.2%).

Un dato que da cuenta del deterioro evidente de la salud es que la pandemia provocó la reducción de 4 años en promedio en la esperanza de vida de los coahuilenses.

En el resto de los indicadores de bienestar social nuestro estado se ubica a media tabla o algo más arriba, salvo en escolaridad y otros rubros de educación, pero no en todos, también en seguridad pública, donde, por las acciones concertadas de los tres niveles de gobierno, se han conseguido mejoras sustanciales en los índices principales.

Las administraciones de Humberto y Rubén Moreira, más la de Riquelme, han tenido desempeños en materia económica y social de mediocres a francamente malos, pero no hay forma de dejar atrás la inercia sin el impulso de los cambios políticos requeridos, accediendo de una vez por todas a la alternancia largamente acariciada. Llegó la hora.

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