La fábrica de pobres y su dueño

Es una fortuna para México que los intentos de la 4T por tratar de desarticular al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) no hayan dado todavía resultados, porque así podemos seguir contando con la rigurosa información que esa entidad autónoma genera, para de esa manera cotejar que teníamos razón quienes anunciamos que la falta de apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas iban a traducirse en una menor calidad de vida para los trabajadores del país.

Al iniciar el presente año, tres de cada diez trabajadores en México ganaban menos de lo necesario para adquirir la canasta básica.  Al terminar mayo, ya eran cinco de cada diez.

  Toda una tragedia para el país, porque, como saben quienes entienden un poco más de economía que el presidente -casi cualquier persona- el impacto de ese incremento en la pobreza laboral no se limita a quienes la están padeciendo de manera directa.

El presidente argumentó la falta de apoyos a partir de la caricatura, totalmente imprecisa, del empresario como el gran magnate que explota a sus empleados.  Lo que ocurrió es que los negocios dejaron de ser productivos y cerraron sus puertas. 

Nada más en la industria restaurantera se han perdido hasta ahora 90 mil centros laborales en el país. 

Hay que sumar los miles de comercios y pequeñas empresas del sector servicios que no pudieron resistir. No es extraño que un mercado laboral en el que han sido despedidas más de un millón 100 mil personas los ingresos se desplomen.  Hay que agregar el encarecimiento de los productos que conforman la canasta básica. 

Es esa combinación perniciosa la que ha arrastrado a quienes conservan su trabajo hacia la pobreza. Ahora se entiende la razón por la que el presidente decía que esta situación le venía como anillo al dedo: por un lado, su visión clientelar de la política le amplía el mercado; ahora tiene más personas que, necesitados de sus dádivas, votarán por su proyecto a cambio de una beca. 

Por el otro, estará satisfecho de haber arrastrado a comprobar en carne propia que el dinero no hace la felicidad. 

Con AMLO México es una más eficiente fábrica de pobres. Y el único feliz, feliz, feliz es el que se siente su dueño.

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